20 centímetros para 2 suecas

Relato enviado por Ulla (Marbella)

Me llamo Ulla, he nacido en Estocolmo y llevo en vuestro país más de tres años. Mi padre era español y mi madre sueca. Todo mi físico, lo mismo que le sucede a mi hermana, es nórdico. No me ocurre lo mismo con el talante, ya que me comporto, hablo y escribo a la manera de una mujer hispana.

Todo es cuestión de que alguien me anime a ello. Especialmente en lo que se refiere al sexo… (No sé si os estaréis preguntando por qué se me ha ocurrido escribir a «polvazotelefonico«, me gusta vuestra web y aunque no tenga por costumbre llamar a líneas eróticas ni tampoco unas tetas gigantescas, creo que dispongo de lo suficiente para que mis amantes no se queden muertecitos de hambre).

Lo que quiero contaros se refiere a lo que llamaríamos un «acto de caridad». Este último verano conocimos a una pandilla de chavales y chavalas de Madrid, entre los cuales iba «el Guti». Era eso que se llama un «bodrio» de tío: bajito, gafitas y más tímido que una tortuga en medio de una manada de jaguares. No había forma de sacarle del caparazón.

Fue Marie, mi hermana, la que se fijó en este pimpollo. Y se le ocurrió que jugásemos con él. Estábamos pasando una etapa un poco aburrida, gracias a que los chicos funcionaban a las mil maravillas y lo sexual discurría dentro de una normalidad parecida a otras ya disfrutadas, por eso acepté el juego…

Cuando «el Guti» vio que estábamos empezando a desnudarle, que habíamos cerrado con llave la puerta de la habitación y que no tenía escapatoria, se cubrió de rubor. Sus temblores se hicieron casi agitaciones de epilepsia y se le saltaron las lágrimas como si fuera a llorar. No sé cómo, pero logró escaparse de nuestras manos, corrió hasta la ventana y nos pareció que estaba dispuesto a saltar, a pesar de que estábamos en un cuarto piso.

Mi hermana lo arregló cogiéndole por los bajos del calzoncillo largo y propinándole dos bofetones. Luego le llamó mariconazo y no sé cuántas cosas. Cerró el castigo con estas frases:

— ¡Eres un adefesio, cabronazo! ¿Es que crees que nosotras tenemos necesidad de violarte por lo «rico» que estás? ¡Porque, tío, tú de maricón nada de nada, que a escondidas nos dedicas a las chavalas unas miradas que nos desnudas!

Le dejamos bien blandito. Acto seguido le echamos en la cama, le terminamos de desnudar. Y nos fuimos a encontrar con una polla de veinte centímetros, – con el capuchón lógico de quien no ha follado lo suficiente, pero lo necesariamente desplazable para dejar a un lado la idea de que pudiese sufrir de fimosis. Esto daba idea de que se la meneaba más que un mono.

Nada más quitarnos las ropas, nos arrodillamos en la colcha, rodeándole, y le pasamos las tetas por todo el cuerpo, deteniéndonos con los pezones en la bolsa de los cojones, en la punta del capullo y en la boca. ¡Presionando un poco, logramos que se atreviera a chupar y a mamar. Sin embargo, lo inevitable, se le escapó el chorretón de esperma a la manera de una manguera que ha dejado de ser pisada cuando estaba llena de agua: culebreándole la picha, liberando leche en todas las direcciones y comportándose de la forma más cómica.

La cosa nos pareció tan divertida, que no dimos por finalizado el juego. Preferimos iniciar un lento proceso de excitación. Marie le fue metiendo, uno tras otro, sus pezones entre los labios; y yo le trabajé los genitales y el ano. Algo que le recuperó en un santiamén, con una picha que buscaba nuestros coños igual que la aguja de la brújula marca el norte.

Le dejamos que nos follara lo que se le antojara. Y puedo juraros que terminé realizando sus obligaciones de macho de tal manera que nos proporcionó algún que otro orgasmo. Acaso contó con la ayuda del mismo juego y, ¡qué demonios! con su cuerpo, su polla de buenas dimensiones y la poquita gracia que iba adquiriendo.

Lo último que hicimos por él fue obligarle a que cambiase de vestuario, de comportamiento y de peinado Eso le valió para comenzar a «ligar» lo necesario. Además, nos cuidamos de contar a varias chavalas que andaban un poquito insatisfechas que «el Guti» disponía de una estaca de veinte centímetros.

 

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