Gratos recuerdos

Tengo una sobrina que es A.T.S. o sea practicante. Cuando esto ocurrió hace ya unos 5 años, ella tenía entonces 25 años y yo 45 años, es muy amable y cariñosa, tanto con mi esposa como conmigo. Le pone inyecciones a mi mujer y le toma la tensión.

Con ella he tenido largas charlas tocando todos los puntos, incluso el sexual.

Un día le pregunté que siendo tan bonita, cariñosa y teniendo tan buen tiempo, no tuviera su media naranja, o es que lo llevaba tan en secreto que ni aún a sus tíos les decía nada de sus amoríos.

—Pues no tío —me contestó— hasta ahora no he encontrado mi media naranja, no se si seré exigente o es que hoy no se piensa más que en follar, sin que haya cariño, ni siquiera atracción, tanto en hombres como en mujeres, y eso no va conmigo. Yo para acostarme con un hombre, tiene que gustarme, haber cariño, amor, atracción o deseo. Hasta ahora con ninguno de los que he tratado, y he tratado a muchos, lo he sentido.

Ocasiones he tenido muchas de acostarme con un hombre, pero no pensaban como yo, así pues tío creerme que a pesar de mi edad soy virgen, no por no desear follar, sino por no encontrar pareja. Una cosa te voy a decir que hay un hombre que me gusta mucho desde hace tiempo con el que no me importaría acostarme y perdería muy a gusto mi virginidad. No sabes como me gustaría hacer con él todo lo que quisiera. Es casado, pero me gusta y creo que yo le gusto a él. No se atreve a decirme nada y a mí me pasa lo mismo. Con él si que follaría a gusto. Bueno ya sabes lo que me pasa y porqué tu sobrina no tiene pareja. ¿Qué me aconsejas tú que haga?

—Mira sobrina, si te gusta ese hombre, insinúate a él, hazle ver que le deseas e incluso háblale directamente, y no te preocupes de los demás, tú ya eres mayor, haz tu voluntad. No tienes que dar cuentas a nadie si es tu deseo.

—Tienes razón tío, en la primera ocasión que tenga seguiré tu consejo a ver si tengo suerte, tú serás el primero en saberlo, y en enterarte de todo.

Unos días después de tener esta última conversación, vino por casa, y después de hablar un rato le dije:

—Oye Luisa, tengo un grano bastante gordo en el muslo y me molesta mucho ¿no podrías darme algo para curármelo?

—Primero lo tendré que ver, luego ya veremos que hay que hacer.

—Sí, pero es que lo tengo muy arriba.

—Bueno, ¿y qué? ¿Es que crees que no he visto a ningún hombre desnudo? Pues has de saber que he visto muchos, así es que vamos a ver. Bájate los pantalones.

Así lo hice; me bajé los pantalones, ella se arrodilló, miró, me tocó el grano y me preguntó:

—¿Te hago daño?

—Sí, cuando aprietas.

—Bien esto no es nada, un poco molesto, pero nada más.

Y dirigiéndose a mi mujer, le dijo:

—Tía, prepare agua oxigenada, mercromina, gasa y esparadrapo.

Puso una toalla en la cama y me dijo:

—Vamos tío, échate en la cama, te curaré, mira ahora voy a hacerte un poco de daño, el grano está muy maduro, te lo voy a rajar y sacar todo lo que lleva dentro, te haré un poco de daño.

Me curó con mucha delicadeza. Como el grano lo tenía muy arriba y sólo llevaba el slip, mientras me curaba algunas veces me rozaba con sus manos la polla. Esto me daba mucho gusto. Una vez curado, dijo:

—Mañana te curaré otra vez tío, no te preocupes, eso no es nada, un grano corriente que molesta un poco, pero una vez limpio curan pronto, dentro de cuatro días ya no llevarás nada, lo que pasa es que en el sitio que te ha salido es muy molesto.

Así fue. Durante cuatro días, cada vez me rozaba más la picha al curarme, si no estaba mi esposa delante, notaba que me subía la pernera del slip más de la cuenta. Yo sospechaba que me temblaba parte de mi polla.

—Hoy tío no te voy a poner nada a ver cómo te va —me dijo—. Si mañana está ya bien, daremos por terminada la cura.

Como el grano lo llevaba en el muslo izquierdo y es donde cargo la picha, cada vez que me curaba, disfrutaba de los roces que me daba, incluso a veces, asomaba por la pernera el capullo de la polla.

Al día siguiente cuando vino a verme estaba yo solo, mi mujer estaba en la peluquería. Cuando entró como siempre me besó.

—¿Estás sólo? —me preguntó.

—Sí, tu tía fue a la peluquería.

—¿Has tenido molestias por el roce del pantalón?

Le dije que no.

—Te voy a dar un pequeño masaje para que te corra bien la sangre.

Su mano pasaba una y otra vez rozando mi polla, esto hizo que poco a poco, sin poderlo evitar, se me fuese endureciendo, haciendo fuerte presión sobre el slip.

—Esto del grano ya está bien, pero aquí veo un bulto y esto si debe ser algo grave. Voy a echarle una ojeada.

Dicho esto me quitó el slip y dijo:

—Ya me parecía a mí que esto sí que estaba grave.

Yo al oírla, casi me asusté.

—¿Qué es lo que está grave Luisa?

—Pues que tienes el cipote muy inflamado, muy duro, y esto te tiene que hacer daño, así que te voy a hacer un masaje, verás como te calmas y se baja la hinchazón, tu estate quieto.

Ella estaba sentada de espaldas a mí, noté como sus manos empezaban a dar masaje a mi polla y a mis huevos. Un sube y baja de sus dedos, suaves y delicados, que me supieron a gloria.

—¿Qué querido tío te gusta el masaje que te estoy haciendo?

—Si lo haces muy bien, eres una estupenda masajista. ¿Por qué no te quitas la ropa? Me gustaría poderte acariciar también a ti y darte masajes.

—Eso está hecho, esperaba que me lo pidieras.

Se quitó la blusa y la falda, sólo se quedó con la braga y el sujetador.

—Me dejas a media función.

—¿Por qué tío?

—Es que quería verte al natural, sin braga.

—Eso me lo puedes quitar tú.

Así lo hice. Primero le quité la braga, al aire su hermoso y rubio jardín. Yo estaba asombrado y admirando del rubio y tupido vello que cubría la entrada del coño, luego solté el sujetador. Dos bonitos pechos quedaron al aire, tiesos, redondos de tamaño regular. Yo ya me figuraba que tenía un estupendo cuerpo, pero de suponerlo a verlo había un abismo. Estaba soberbia, con su par de tetas tiesas, desafiantes, de puntiagudos pezones, rodeados de dos grandes rosetones, su tieso vientre, su bien recortado y rubio triángulo, sus muslos, son sus torneadas piernas. Se volvió y podía ver su redondo y abultado culo. Era una estupenda mujer, un exquisito bombón a mi entera disposición.

—Ven querida, échate encima de mí, voy a probar tu rica almeja creo que está en su punto.

Nos pusimos en postura del 69. Empecé besando sus nalgas, sus muslos, su chocho, pasé la lengua repetidas veces de abajo arriba entre sus nalgas lamiendo desde el ano hasta el coño. Ella se estremecía y movía su culo.

Separé las nalgas para ver bien los más codiciados manjares de una mujer, su coño y su agujero anal. Empecé a lamer y chupar alternativamente de uno a otro sitio, mi lengua entraba en su chocho lamiendo su interior, chupando su pepitilla. Otras veces lamía su ojete con la punta de la lengua empujando hasta que por fin se abrió su esfínter y mi lengua entró dentro, lamiendo el anillo y el interior.

Luisa se estremecía y movía su trasero apretándolo contra mi cara. Estaba yo disfrutando lamiendo el anillo del esfínter y el interior del ano, éste inició unas contracciones que aprisionaban mi lengua, Luisa agitó todo su cuerpo. Indudablemente estaba teniendo un orgasmo, yo aceleré la lamida anal, ella por un momento dejó de chupar mi picha, suspiró fuertemente y un «¡huy! ¡oooh! ¡qué bueno!», fue todo lo que dijo. Después continuó chupando mi cipote con verdadero afán, aplastando su culazo contra mi cara. A cada contracción que hacía su ano mi lengua quedaba aprisionada en su anillo.

Cuando se calmó, volví a su coño a lamer y chupar su pepitilla que estaba impreganada de sus sabrosos jugos. Le metí un dedo en el ano que entró hasta el fondo con facilidad lo moví en todas las direcciones. Empecé a notar que pronto me iba a correr ¡qué bien me chupaba la picha mi sobrina y qué rico tenía el ojete y el chocho, ahora llenos de jugos! ¡Qué sabor más agradable tienen los chochos de las mujeres! No me pude contener más, mi picha empezó a agitarse dentro de la boca de Luisa.

Empecé a lanzar chorros de leche que ella intentaba tragar, así hasta que se quedó quieta. Luisa sorbió y chupó las últimas gotas de leche. Después decidimos cambiar la postura; ella se acostó a mi lado. Seguimos acariciándonos, yo chupaba sus ricos pezones, acariciaba su precioso culo y su mojado coño, ella manipulaba mi picha y mis huevos haciendo con sus manos verdaderas virguerías, hasta que logró ponerla tiesa. Estábamos los dos de costado, uno frente al otro, cogió mi picha y se la puso entre los muslos, apuntando a su coño, empezó a frotársela por la entrada de su chocho y un estremecimiento la recorrió.

—Tío empuja, métemela —me dijo—, no puedo aguantar más, necesito tu picha.

Yo empujé. Se clavó un poco en su almeja. Luisa se abrazó a mí.

—Móntame tío.

Me puse encima de ella, Luisa me abrazó fuertemente, cruzó sus piernas sobre mi espalda diciendo:

—Empuja tío.

Yo ya bien colocado, empecé a bombear mi picha que iba clavando en su chocho, algo impedía avanzar más. Abracé fuertemente a Luisa chupándole un pezón con afán y deseo, empujé a fondo mi cipote que se abrió paso clavándose casi todo. Luisa se estremeció con todo su cuerpo y un ¡ayyy! subió de su boca, clavándose las uñas en mi espalda, yo me quedé quieto, besando su boca, cuello, orejas, nariz, y pregutándole.

—¿Te hice mucho daño querida?

—Sólo un poco, al rasgarme el himen y romper mi virgo, pero ya va pasando, ahora sigue, me gusta, muévete así, despacio, ¡Ohhh! ¡ufff! ¡Qué bueno, me escuece pero que bueno! ¡Cómo me gusta joder y que bien lo haces, cómo estoy gozando!

Yo bombeaba despacio, le besaba y chupaba sus pezones. De pronto Luisa dijo:

—¡Qué feliz me siento, tío! ¡Ohhh, abrázame, me corro! ¡Ufff, qué bueno!

Yo estaba disfrutando tanto jodiendo a mi estupenda sobrina que de pronto mi picha lanzó el contenido de leche que tenía almacenada llenando la vagina de Luisa. Me corrí tantas veces y tan a gusto que me quedé sobre ella, fue una tarde fabulosa, tanto para mí como para ella. Como era tan tarde nos lavamos, nos vestimos y arreglamos la cama.

—Bueno sobrina lo he pasado muy bien, me has hecho muy feliz, espero que hayas gozado tanto como yo, y que no sea la última vez que nos juntemos para gozar.

—Tío lo he pasado muy bien, mejor de lo que pensaba y con quien tanto lo deseaba. De ahora en adelante nos veremos muy a menudo, ya te avisaré dónde y cuándo.

A la semana siguiente vino por casa y en un momento que quedamos solos me dio un papel y me dijo:

—Toma esta dirección. Te espero mañana a las 6 de la tarde.

Al otro día acudí a la cita. Era un apartamento de un amiga que vivía sola y le cedía una habitación con baño para nosotros a cambios de ayudarle en los gastos. El piso era de ella. Me pareció muy bien pasamos tres estupendas horas. Hicimos el 69 que a ella la enloquece y a mí me chifla. Nos veíamos dos veces por semana. Un día le dije:

—después de deleitarme lamiéndole el chocho y el ojete:

—Luisa, cariño me gustaría sodomizarte.

—Estaba esperando que me lo pidieras, creí que no te gustaba por eso no te lo pedía.

—Pero Luisa, eso es uno de mis placeres favoritos.

—Entonces. ¿A qué esperamos?

Ella se puso a cuatro patas. Con una crema la unté el ano, luego unté mi polla y me puse de rodillas detrás de ella. Mi picha la tenía tiesa y dura. Contemplé su hermoso trasero, tan deseado por mí, estaba a mi entera disposición, iba a ser mi picha la primera en entrar por aquel agujero que tantas veces había lamido. Apunté con mi cipote al centro del agujero, lo froté, empujé un poco.

—Luisa querida, mueve un poco el culo así entrará más fácil.

Así inicié un ligero mete-saca. El cipote se iba clavando poco a poco en el agujero de Luisa y desaparecía dentro, sin una queja por parte de ella. Una vez toda la picha dentro, inicié un bombeo de todo el largo de mi verga. El anillo de su esfínter rodeando mi picha me hacía estremecer de placer, el virgo de su culo fue algo tremendo, tanto para ella como para mí.

Para completar la enculada le puse una mano en su chocho sobeteando su clítoris. Luisa se excitó tanto que sus estremecimientos, sus ¡ay! de placer y su gusto de deseo no pararon hasta correrse varias veces, la última, cuando yo la llené el recto con mis chorros de leche mientras mi picha se agitaba dentro de su excitante agujero. Yo caía sobre ella agotado pero muy feliz.

Desde entonces y durante los tres años que duraron nuestras relaciones nos veíamos dos días a la semana y algún fin de semana, hasta que ella se casó y se fue a vivir fuera.

En otro relato contaré las relaciones con su buena amiga y también mi vida matrimonial, que creo es interesante más aún teniendo en cuanta en los tiempos que me casé y la educación sexual que recibían las mujeres de entonces.

Jesús – Madrid