Dominado por una desconocida
Podríamos hablar de bondage, pero preferimos llamarlo sadomasoquismo. Queremos compartir otro relato de dominación, en este caso, nuestro protagonista es atado y amordazado por una bella desconocida que termina causándole un gran placer. ¡Esperemos que te guste!
Apenas la conocía cuando me propuso ir a su casa para tomar algo, y sin saber como, me encontraba sentado en su cama, desnudo junto a ella, quitándole la camisa; pero me miró a los ojos, sonrió y me indicó que parara.
Me dejó perplejo cuando abrió un cajón de la mesilla y de ahí sacó unas esposas.
¿Quieres probar algo diferente?
Yo, que iba muy cachondo, le contesté que sí, sin saber donde me metía. Con paso lento se acercó, me echó en la cama y se colocó encima de mí, cogiéndome la mano izquierda y llevándosela hacia una punta de la cama la esposó en el poste del cabecero.
Después repitió lo mismo con la mano derecha mientras me pasaba su vientre por la cara. ¡Señor! Mi polla iba creciendo mientras daba pequeños espasmos.
Pensaba que eso era todo. Pero no. Como si de un ritual se tratara, como si yo no contara, siguió manejándome a su antojo:
Se sentó en mi vientre, se giró, y también me esposó los pies. Entonces se levantó y salió de la habitación.
“¿Qué hago yo aquí?” –pensaba- “No me puedo levantarme; estoy completamente esposado y sólo puedo mover un poco la cadera.”
Esperé mucho tiempo; media hora, una hora, hora y media… mi polla no descansó en ningún momento.
Finalmente, se abrió la puerta y ella salió. ¡Vestida de Ama!
Llevaba un traje de cuero negro muy ajustado que la cubría hasta los hombros dejando sus pechos fuera, un pequeño antifaz que le cubría sólo los ojos, guantes negros y en la mano derecha una manzana.
Se puso delante de mí y sonrió. Luego levantó la manzana y me la puso en la boca, obligándome a abrirla al máximo, de modo que no podía quitármela.
Entonces se puso a dar vueltas alrededor de la cama mirándome la polla; estudiándola, nunca me habían mirado la polla con tanta atención y acabé poniéndome nervioso.
De nuevo se separó de mi , esta vez para abrir un armario de donde asomaron todo tipo de instrumentos sado: látigos, consoladores, máscaras, esposas, prendas de cuero… escogió una caja de la que sacó una tira de cuero con un collar en una punta que me colocó en el cuello, y otro más pequeño que me pasó alrededor de los huevos y lo ciñó apretado. Yo tenía que mantenerme en esa posición porque si me movía tiraba de la cinta de cuero.
Luego me pasó un látigo como de jinete por todo el cuerpo, sin descuidar los brazos, el vientre, el interior de las piernas…
Cuando se cansó me colocó un cojín debajo del culo y, haciendo que levantara las caderas, tiró de la cinta y mi polla quedó aun más empinada.
Y otra vez se fue a por la dichosa cajita. Ahora sacó una botellita que puso encima de mí y empezó a verter su contenido; era parecido al aceite y me lo esparció por todo el cuerpo.
Guardó la botella y cogió unas cintas de cuero que empezó a atarme en los brazos, en las piernas y en la polla. La presión que ejercían hacía hervir mi sangre.
Ella en ningún momento me habló, ni siquiera me dirigía la mirada. Con toda parsimonia empezó a masajearme los huevos con la punta de los dedos, tirando del vello rizado (mi polla alcanzaba una erección como nunca había visto).
Entonces, apartó la mano, cogió más tiras de cuero y me ató los codos y las rodillas fuertemente a la cama para que quedara del todo inmovilizado. Ciñó más fuerte la correa que tenía a los huevos y estos aumentaron de tamaño hinchándose.
Mientras tanto yo pasaba lista a todas las pelis porno que he visto en mi vida tratando de adivinar qué vendría después pero tuve que dejar de pensar porque me encontré con su coño en la boca, se había bajado la cremallera inferior del traje.
Chupa cerdo, -chúpame bien.
Saqué mi lengua y empecé a moverla circularmente, arriba y abajo, derecha e izquierda.
Más rápido –gritaba.
La tía tiraba con ganas de la correa que me había atado a los huevos; daba botes encima de mi cara mientras yo le lamía el clítoris; y yo no podía más.
Me voy a correr –dije sin poder contenerme.
Pero no me dejó. Se levantó y me incrustó otra vez la manzana; se dirigió a mi polla, pasó los dedos por el vello y sonrió.
Entonces puso la mano en la caja y sacó una maquinilla de afeitar.
sssssssssshhhmmm – (tratando de escupir la manzanita) le intentaba decir que ni se le ocurriera hacerlo.
Me cogió la polla con una mano, y empezó a esquilarme los huevos como si fuera una oveja, pero ya era tarde. Con una pervertida sonrisa acababa de depilarme los huevos, y en cierta manera eso me ponía más cachondo.
Dejó la maquinilla y empezó a hacerme una paja con una mano mientras con la otra me masajeaba los testículos; otra vez estaba a punto de correrme y de llegar al clímax, y se paró; le grité que no parara, le supliqué que continuara, pero ella sonrió y sacó un lazo azul que me puso en los testículos; se dirigió al armario y sacó una cámara de fotos; le grité que no lo hiciera, pero sólo la ponía cachonda. Empezó a hacerme fotos desde todas las perspectivas.
Luego me puso una venda en los ojos y continuó fotografiando; yo le suplicaba que lo dejara, pero solo se reía. Dejó la cámara, me sacó el lazo y noté como me sacaba las esposas de los pies, y me desataba los tobillos.
Me levantó las piernas, las abrió y continuó bajándolas para atarlas en la cabecera de la cama. Me encontraba retorcido de manera que la punta de mi polla tocaba la manzana.
Cogió el látigo y empezó a azotarme en el culo; podía notar como mi polla daba espasmos a cada azote y los dos nos poníamos cachondos, estaba a punto de correrme y paró; le dije que no parara, pude quitarme la manzana de la boca y le supliqué que continuara.
Oí como algo de la caja; se acercó y me amordazó con un aparejo que me hacía mantener la boca abierta; noté como me quitaba las esposas de los pies y los esposó entre ellos. Me puso una correa atada a los testículos y me desposó las manos de la cama para esposármelas en la espalda.
Me levantó de la cama y tirando de la correa, me hizo ir dando saltitos a una silla donde me ató, con las manos en el respaldo, fuertemente pasando una cadena por todo mi cuerpo.
Entonces tiró de la correa y mi polla dio un brinco; oí como cogía el látigo y noté como le daba suaves azotes.
Conseguí una erección increíble, mis huevos estaban hinchados como un globo y mi polla temblaba de espasmos musculares ¡ya no podía más, iba a erosionar! Paró.
Me quitó la venda. Nunca había conseguido una erección semejante ni mi polla había estado nunca tan roja. Cogió unos cordeles y los ató uno a cada testículo, separándolos e hinchándolos aún más. Yo solo podía jadear de placer, mi respiración era acelerada, entonces me quitó unas cadenas, me levantó de la silla y me levantó las manos atándolas en un gancho sujeto a una polea que había en el techo.
Fue a la pared donde estaba la cuerda y tiró hasta que quedé completamente estirado como un conejo. Empezó a darme pequeños azotes por todo el cuerpo. Era el máximo; y cuando ya no podía aguantar más, ella se sentó delante mío con la cámara y empezó a fotografiar mi enorme polla mientras le hacía un masaje a mis huevos.
En aquel momento todo estalló, una corriente eléctrica salió de mis testículos, pasó por todo mi cuerpo y empecé a dar espasmos mientras mi semen salía disparado como nunca lo había hecho.
Me corrí como nunca había imaginado y ella estaba fotografiando como el semen salía como nunca mediante espasmos durante diez segundos. Después recorrió mi capullo con la lengua, acabó de lamer el semen y me bajó de la polea sin desatarme, dejándome tirado en el suelo.
Nunca había vivido un polvo como aquel día. Desde entonces siempre probamos sin que la excitación decaiga.