Tinder es una de esas aplicaciones de “ligoteo” de moda donde los tíos estamos ahí para lo que estamos y ellas, para repetir una y otra vez que “No buscan sexo”. Pero la verdad es que si le gustas a una tía en Tinder, terminan entregándose como auténticas putas.
Si no le gustas en una primera impresión, olvídate; te dirán que te quieren conocer… por Tinder… Hasta que el día menos pensado te encuentras que han deshecho el “match” y punto. Así son..
Pero como digo, si le gustas, no te pondrán excusas para quedar y tomarse algo contigo. Así me ocurrió con una de las más guarras que me he topado en Tinder.
Quedamos para tomar algo y en el transcurso de la conversación me soltó el mantra que sueltan todas siempre “que no buscaba sexo”. Después de unas cuantas cervezas y conocerme un poco mejor, parece que cambió de idea y vaya si cambió…
Nos fuimos a dar un paseo y en sus ojos podía ver la llama de la calentura, estaba cachonda como una perra, sobre todo, después de ver el coche que conducía.
Lo conduje hasta un descampado en el extrarradio de la ciudad con la excusa de ver mejor las estrellas y allí explotó el vicio que llevaba dentro.
No tardó en desabrocharme la bragueta y sacar mi duro ariete. Mi polla estaba lista para la guerra, sin dudarlo, colocó su mano en la base de mis cojones y se la llevó a la boca para saborear la punta de mi capullo.
Sus movimientos de lengua y sus engullidas ponían de manifiesto un arte felatorio propio de la experiencia. La muy puta, que se presentaba muy digna al principio de la cita, resultó ser una auténtica viciosa tinderana. ¡Yo debía ser uno de tantos otros…!
Mientras la mamaba, la sujetaba del cuello con una presión sutil, de esta forma conseguía tocar la campana. La chupaba como una diosa y no paró hasta ponerla dura.
Le dije que mejor en los asientos traseros, pues nos encontrábamos delante con el volante de por medio y la incomodidad de la falta de espacio.
Su respuesta fue NO, que mejor fuéramos a su casa, pues vivía sola en un apartamento de alquiler a unos 15 km de donde estábamos.
–Por mí perfecto. Le dije. No hay nada mejor como follar en una buena cama. – insistí..
Durante el trayecto, la viciosa me la seguía chupando, no le importaba lo más mínimo que pudieran verla, de hecho, sospecho que le ponía más caliente pensar que podía ser objeto de miradas indiscretas por el camino.
Llegamos al piso, ubicado en una urbanización de la costa del sol, en Málaga. Nada más entrar, me bajé los pantalones y me senté en el sofá. Estaba claro a lo que íbamos.
-Ven aquí y montame como una perra – le solté.
A lo que ella respondió dando un brinco y montándose en mi potro, para mi sorpresa, se llevó mi polla hasta su precioso culo, donde se dejó caer de golpe para que se la insertara mientras apretaba sus redondos pechos en mi cara. – ¡Pero qué puta eres!- pensé para mis adentros…
La bestia se movía como perra salvaje, hacia adelante y hacia atrás, restregón arriba, restregón abajo, podía notar cómo de su chumino brotaba una fuente de placer que chorreaba sobre la base de mis pelotas.
Después de sus acometidas, como era dulce y pequeñita, la pude levantar sin mucha dificultad, manteniendo mi ariete en su cavidad vaginal. Me la llevé a la mesa, la tumbé y le di cuatro pollazos.
Acto seguido busqué con la mirada su dormitorio que se hallaba cerca. Me la llevé en volandas para colocarla a cuatro patas frente a la pared, allí tenía un espejo donde podía ver perfectamente su rostro.
–Ahora te vas a enterar zorra, te voy a follar como a ti te gusta!
–¡¡Oooh si por favor.. fóllame como una puta, dame duro!!
En el espejo podía ver reflejado el sudor de su frente con una mirada endiablada y furtiva que me pedía polla y más polla. Se la metí de un solo golpe en su paraíso anal. Mientras, con la diestra, frotaba su clítoris con movimientos sincronizados que me permitieron llevarla al clímax en pocos segundos.
—¡Te has corrido follándote el culo perra! ¡Pero qué puta más grande!
—SIIII.. me encanta que me lo rompan.. me has hecho correr como llevaba mucho tiempo sin correrme.. Pocos tíos tienen el aguante y la fortaleza que tú tienes en la polla.. ¡Ahora te toca correrte a ti!
Como me la estaba follando a pelo, no quería correr riesgos. Así que me tumbé en la cama y le dije que terminara el trabajo. Me la cogió con ansias y la empezó a chupar con una fuerza y una habilidad prodigiosa, no tardé en disparar mi carga lechera, pues su boca parecía una máquina succionadora.
–Ahí la tienes zorra, ¡tráaaaagatela toooodaaaaaaa!
Mi polla cual volcán en erupción, empezó a soltar chorros de semen teledirigidos a su cara, boca y garganta.. Así llegué al mejor orgasmo de la semana. Me ordeñó como sólo saben hacerlo las rameras.
Después de aquella cita, sus intenciones no eran las mismas que yo tenía, así que decidimos que cada uno tomara libremente su camino. Nunca más supe de ella.
Juan – Málaga