El hecho de tener una madre comprensiva y maravillosa, me ha ayudado a superar mis años de formación sexual, cuando todo lo realizaba para experimentar, lo que pudo haberme costado serios tropiezos en mi vida posterior. Ella y yo compartimos los momentos más difíciles.
Mi madre es realmente una mujer sensacional y sexual. Pienso que mi padre también debió ser un tipo muy macho. Seguramente creían que yo era muy pequeña para prestar atención a sus continuas folladas, a pesar de que todas las noches podía oír las quejas de placer de mi madre. Y un par de veces, como se olvidaron de cerrar la puerta, me brindaron la ocasión de acercarme al dormitorio, y contemplé lo que estaban haciendo en la cama, desnudos y tan pictóricos de energías sexuales.
Por eso, aunque nunca supe el motivo exacto, me sentí muy sorprendida cuando un día mi padre pidió a mi madre la separación, y se fue a vivir con una joven secretaria de su oficina. Entonces, yo contaba dieciocho años. Aunque este cambio no nos supuso enfrentarnos con problemas económicos, la verdad es que mi madre tomó el asunto muy por la tremenda a lo largo de todo un año. Luego, empezó a salir con Rodolfo, un viejo amigo de la familia, que me caía muy bien.
Una noche, poco después de cumplir los diecinueve años, me fui con mi amigo José al cine. Mi madre y su «novio» nos dijeron que iban a ir a un concierto, y que, luego, cenarían fuera de casa. Cada pareja nos marchamos en diferentes coches.
José y yo habíamos mantenido algunos escarceos durante varias semanas, y dos veces llegamos a follar en el asiento trasero. Le sentí dentro; pero todo fue muy rápido, desagradable y falto de satisfacción…
Recuerdo que no habían pasado ni diez minutos de proyección de la película, cuando ya José me había desabrochado la blusa, y me estaba sobando las tetas; mientras, yo le había metido la mano por entre el pantalón para sobarle la polla…
Realmente me sentía muy disgustada. De pronto, le dije a mi chico que si mi madre y Rodolfo estaban asistiendo a un concierto, y, además, luego iban a cenar fuera, esto significaba, para nosotros, de tres a cuatro horas de libertad, por lo que debíamos volver a casa para hacer las cosas con comodidad y en la mejor forma.
José casi chocó al salir del aparcamiento cercano al cine. Por eso, nada más cruzar la puerta de entrada, ya nos fuimos quitando las ropas. Una vez desnudos, quiso follarme de pie; pero no le acepté. Le llevé a la sala de estar, en la que teníamos un sofá grande y cómodo, que, para todos los efectos, era una cama, pero sin sábanas.
Seguí caminando por el alfombrado piso, hasta una mesita que tenía una luz indirecta. Y la encendí. José ya se encontraba junto al sofá… ¡El espectáculo que descubrimos fue sorprendente: mi madre desnuda, con las piernas abiertas y apoyadas en los hombros de Rodolfo, cuya cara de sorpresa no era para ser descrita! Ella abrió los ojos, y nos vio a José y a mí, completamente desnudos…
Mi chico tenía la polla alzada como un mástil que espera la bandera. Mi madre vaciló durante unos instantes, asombrada por la herramienta que veía. Pero, conteniéndose, nos dijo que lo mejor sería que nos fuésemos al dormitorio, «porque Rodolfo y yo debemos concluir este asunto».
El caso es que, una vez finalizamos nuestros respectivos asuntos, mamá y yo nos quedamos en la sala de estar para conversar. Ella me contó esa serie de puntos de la relación sexual que sólo aprendes tras una larga experiencia: cómo complacer al hombre con el que compartes las sábanas, y cómo la mujer debe exigir su plena satisfacción sexual; además, me habló de todo lo relacionado con el asunto del tiempo necesario para hacer las cosas con calma, no queriendo, tan solo, ir chorreando semen; cómo debía servirme de la píldora; en fin, aquel resultó un curso completísimo, que me dejó bien preparada para practicar la follada, no sólo con José sino con otros amigos que tuve más tarde.
Parece que estas conversaciones nos sirvieron para aliviar el ambiente de nuestras relaciones, porque mi madre empezó a salir con otros tipos, que no eran precisamente Rodolfo. Luego, nos intercambiábamos nuestras experiencias; y, hasta, algunas veces, formábamos cuartetos; incluso nos llegábamos a intercambiar el hombre, con el fin de obtener las conclusiones más definitivas respecto a su potencialidad sexual: algo que no se puede explicar con simples palabras.
Este fue nuestro triunfo, porque hay tipos que se enamoran de la idea de follar en una misma sesión a madre e hija; pero esto sólo ha ocurrido unas tres veces.
Ahora ambas estamos casadas. Mi madre, aparentemente, tiene un gran follador en la cama. Yo soy madre y mi marido está bien colocado; además, es un catedrático en todo lo relacionado con la follada, porque es de la generación de los desinhibidos y de los que han barrido todos los tabúes. Y se lo debemos a mi madre, que me hizo entender perfectamente lo mejor de la vida: el Sexo.
Margarita – Barcelona