Tengo 59 años y he conocido muchas mujeres, especialmente a partir de los cuarenta años. Tengo que reconocer que ahora me tortura menos el deseo, especialmente si todo marcha bien. Sólo tengo que animar un poco los juegos eróticos. Desde hace ocho años dispongo de la misma compañera, que se pliega con gusto a todas mis fantasías. Esto consigue que nuestro entendimiento sexual sea tan completo que puedo asegurar que casi le soy fiel.
La conquisté por mi condición de masajista. He desarrollado el sentido del tacto, y sé aplicar unas caricias especiales que crean un vínculo de unión entre los dos. A veces pienso que este sentido, que muchas personas consideren erróneamente secundario, es particularmente importante para el conocimiento y la comunicación entre las personas.
Cuando ella me dijo que estaba satisfecha de sus nalgas, busqué rápidamente unos pretextos para castigarla con algunos azotes. Procuré ponérselas rojas de placer. Su tierna piel quedó de una totalidad adorable. Luego, empecé a exigirle que estuviera por casa con ellas al aire, sin llevar la más mínima faldita. De esta manera, quedó a mi entera disposición, a mi merced. Podía castigarla como me parecía y siempre que se me antojaba.
También le ordené que se afeitara el pubis, y hasta la llevé vestida con una falda muy cortita a un sexshop. Me puse de acuerdo con el encargado, y en una cabina, delante de una pequeña ninfa que se acariciaba sin ocultarnos lo más íntimo de su feminidad, follamos de la forma más excitante. Pero, de cualquier manera, reservamos la última etapa de nuestro goce para la llegada a casa.
Todo esto puede parecer un poco anodino, junto a otras cosas que se ofrecen en los relatos publicados pero, seguid leyendo, y ya veréis que la cosa no acaba aquí.
Un día compré una fusta, y nuestros juegos sadomasoquistas mejoraron de calidad. En efecto, una buena fusta permite azotar de una forma más precisa; luego, las marcas se dibujan en las nalgas y resultan más regulares y mejor señaladas. Me he acostumbrado a azotar a mi amiga por todas partes.
Cada vez que nos reunimos, le obligo a recorrer toda la casa completamente desnuda ante mis ojos. Y yo procuro tener la fusta siempre al alcance de la mano. También he comprado un juego de cadenas. Me gusta atarla a la cama, y dejarla así toda la noche; además, permanece desnuda por completo y sin tapar.
Si la veo tiritar de frío, la caliento con la fusta. Esto podría parecer una crueldad; pero no lo es. Ya que ella consiente de buen grado, aunque nunca había sido una mujer sumisa por naturaleza.
Como un juego, en ocasiones yo me dejo encadenar. Y ella me acaricia la polla suavemente con la fusta. Este «ritual» me produce un placer nuevo e intenso, una especie de sensación de vulnerabilidad y de pasión erótica.
Nuestras posiciones favoritas son las siguientes: yo sobre ella, que me azota intensamente las nalgas; y ella cabalgando sobre mí, mientras yo flagelo por turno sus zonas erógenas, especialmente las tetas que son muy sensibles, pues bajo la fuerza de mis golpes enrojecen y se endurecen a medida que aumenta su placer.
Como la edad y la experiencia son la mejor ayuda, hemos llegado a follar durante dos horas, pero controlándonos por completo; a veces, no puedo eyacular y ella me ayuda golpeándome directamente en la polla. Al mismo tiempo, yo me masturbo. Así llegamos a un orgasmo delirante.
También tengo otra amiga, a la que sólo veo de vez en cuando. He de considerarla una dominadora. Cuando estamos juntos, nos dedicamos al strip-pocker. El perdedor evidentemente tiene que desprenderse de todas sus ropas; pero, a cambio, disfruta de la suerte de vivir sus fantasías sexuales: atado con una o varias cadenas, azotado, etc. Si me toca perder en el juego, y sucede muy a menudo, ella me lleva a la cama para hacerme «sufrir» los castigos. Esto consigue que me sienta tembloroso de emoción y de sensualidad.
Lo importante en estos juegos es saber hasta dónde se puede llegar para evitar la escalada del Sexo; además, se ha de tener una sólida confianza en que el comportamiento del otro será el más adecuado. No se puede olvidar que un buen orgasmo no supone un verdadero triunfo si no se construye nada alrededor.
Juanjo – Alicante