Práctica de la felación

Si bien todos los tabúes acerca de las relaciones oralgenitales, parece que han sido derrumbados de un par de décadas a esta parte, aún subsisten resistencias inconscientes ante unas prácticas que pueden proporcionar un alto grado de placer a la pareja. De todos modos, y aun superadas esas últimas barreras, el mejor modo de realizar estas prácticas no es siempre bien conocido. Para salvar ese posible vacío, nos referiremos en este artículo a la práctica de la felación.

La primera cosa que conviene recordar es que, a pesar de su apariencia robusta y agresiva, el pene es un órgano eminentemente sensible y vulnerable. Una presión exagerada, una manipulación brutal o, especialmente, la aplicación precipitada de técnicas de estimulación refinadas, pueden tener resultados desastrosos sobre su poder eréctil.

El segundo punto importante es comprender que el arte de la felación no consiste únicamente en una simple maniobra de presión bucal del pene y de succión hasta la eyaculación. Debe hacer entrar en juego la estimulación de todo el cuerpo.

Para obtener una satisfacción completa, los dos partenaires deben estar desnudos, relajados. El hombre se extiende sobre la espalda. Esta posición es la más clásica; algunos pueden preferir posiciones más aventuradas, pero esto no se aconseja a los principiantes. Es esencial el contacto total de ambos cuerpos y, la mujer debe recordar que, en la felación, es la que dirige la situación. El éxito o fracaso dependerán enteramente de su destreza, de su ingenio y, especialmente, de su imaginación.

Ella se extiende sobre el hombre, como si estuviese pegada a él, encerrando entre sus muslos la cadera de aquél, para hacer contactar su región pubiana con el pubis de ella. Al estar sus muslos separados, su vulva se abre, lo que le da la posibilidad de estimularse ella misma. Por su parte, el hombre sentirá el contacto agradable de sus labios húmedos contra sus muslos, cuyo interior es una zona erógena.

La mujer comienza por besar, morder los lóbulos de las orejas del hombre, que son zonas mucho más sensibles en el hombre que en la mujer. En condiciones normales, el hombre ya estará entonces con erección. La mujer puede aprovechar la situación, sea sosteniendo el pene entre sus muslos para manejarlo mediante la contracción y relajación alternativa de los músculos de sus muslos, sea palpándolo con la vulva. Si este movimiento se hace correctamente, el pene quedará sujeto entre los labios menores y el clítoris se encontrará en contacto con la superficie ventral del glande.

En este punto el hombre muestra signos de extrema excitación, y tratará de sacar sus orejas de la boca de su compañera. La mujer llevará su cabeza a nivel del pecho del hombre y comenzará a besar sus senos, insistiendo con pequeños movimientos rápidos sobre los pezones. En el hombre, éstos son más sensibles al dolor que en la mujer. Por ello, habrá que estimularlos con delicadeza, mordiéndolos muy ligeramente. Uno de los procedimientos más estimulantes consiste en tomar por turno cada pezón en la boca y aspirar dulcemente, haciendo girar la lengua en torno a la punta. Mientras tanto, no se debe descuidar el pene aprisionado entre los labios menores. Hay que continuar haciéndolo girar entre los labios bien lubricados, lo que procura a ambos sensaciones muy agradables.

Una vez que ha estimulado bien los pezones, la mujer desciende, besa el centro del pecho y se dirige hacia el ombligo. Mientras ella besa, acaricia, mordisquea, pasa una mano en el vello pubiano.

Para evitar una presión desagradable, la mujer hace deslizar sus muslos a lo largo de las piernas del hombre hasta encerrar la región de las tibias. Si continúa encerrando las piernas mientras sigue el movimiento de frotamiento, el hombre percibirá que tal región, reputada como no erógena en absoluto, reacciona vivamente frente a la estimulación erótica.

No hay que excitar repentinamente el pene. No quemar etapas. El movimiento siguiente consiste para la mujer en colocar su cabeza a nivel de las rodillas del hombre. Hecho esto, ella levanta automáticamente sus caderas y pierde contacto con las piernas del compañero. Puede la mujer invertir su posición, esto es, presentar sus nalgas al compañero. Esta posición es muy estimulante para el hombre y permite a la mujer una mayor libertad de movimientos y un acceso más cómodo al escroto y a la cara ventral del pene.

La mujer toma entre sus dedos el pene, ligeramente. El hombre, en evidente estado de erección, tiene su prepucio retraído, estando expuesto el glande. Ella conduce al pene contra el vientre del hombre. Esta posición del pene hace automáticamente ascender al escroto. La mujer comienza a besar el interior de los muslos del hombre y asciende hacia el pubis, que muerde dulcemente. Luego, de repente, coloca la boca directamente sobre el escroto, donde trata de aspirar la mayor parte posible. No hará una succión muy fuerte. Luego de unos minutos, desplaza su boca a lo largo de la superficie ventral del pene, hasta el nacimiento del glande. Ese movimiento puede hacerse varias veces. Cuando siente que el hombre está al máximo de su excitación, pone su boca en el glande y lo lame, y luego a lo largo del freno, que es una zona muy sensible.

La mujer imprime un movimiento circular a su lengua en torno a la corona del glande. Con la mano realiza un movimiento masturbatorio. De tanto en tanto, la mano puede abandonar el pene para acariciar escroto y testículos. Si el hombre desea eyacular, la mujer, o bien continúa con la succión y recibe el esperma en la boca, o bien se sirve de sus dedos para masturbar a su partenaire con un movimiento ligero, pero acelerado. Cuando sienta la subida del esperma en el pene, la mujer inclinará el miembro hacia el ombligo, sin presionarlo contra el vientre. En este momento, más que caricias de la lengua o de los labios, se recomienda una succión constante y con fuerza. El hombre sentirá un placer agudo si la mujer, justo antes de la eyaculación, inunda literalmente el miembro con su saliva.

Recordar que la felación no obedece a reglas precisas fijadas de una vez por todas. Hay que dejar rodar la imaginación.