Me crié en un colegio interno porque mis padres tuvieron que irse a trabajar a Suiza. Cuando venían de vacaciones iban a verme, pero yo la verdad les recordaba poco.
En el colegio lo pasaba bomba, tenía dos amiguetes que cuando empezó el sexo a asomarse lo pasábamos muy bien. Uno de ellos decía que masajeándose con aceite la picha crecía. Entonces cogíamos un Frasquito con aceite y en las duchas nos dábamos en la polla y los huevos, terminando haciéndonos unas pajas, que no veas.
Yo no sé si debido a eso o que yo era más bien grandote el caso es que a mis 18 años tenía un buen badajo, con unas bolsas bastantes desarrolladas. El frenillo lo tenía totalmente atrás, con lo que cuando se me ponía dura el capullo se veía en todo su esplendor.
A los 19 años ya bien cumplidos mis padres compraron un piso en Madrid y mi padre se puso a trabajar allí. Entonces vinieron a la Universidad a recogerme. Mi madre me dio un abrazo, y las tetas me abrasaron y los muslos al pegarse con los míos me puse de un cachondo que no veáis, claro que es que mi madre está bomba.
Se parece a Marilyn Monroe en sus mejores años, pero tiene un genio… Cuando llegamos a la casa, ésta me pareció preciosa, con una terraza estupenda y yo iba a tener una habitación para mí sólo. Precisamente mi madre estaba de mal humor porque la cama mía no la habían traído.
Por la noche nos acostamos los tres juntos en la cama de mis padres. Mi madre me dejó que me acostara a su lado y mi padre al otro, cosa que me extrañó, pero bueno, así lo hice. Nos acostamos mi padre y yo, al rato vino ella y se metió en el centro. Yo me hice el dormido. Al lado mío estaba la ventana y entraba cierta claridad. Mi padre roncaba, entonces ella empezó a llamarle.
—Manolo, Manolo ¿Estás dormido?
Pero mi padre seguía roncando, entonces, levantó la pierna derecha y empezó a moverse, cada vez se movía más deprisa, la sábana se fue levantado. Yo la levanté más, y con la luz de la calle lo que vi me dejó seco. Tenía el camisón subido a la cintura, ¡y qué culo! aquello era la perfección. Yo me puse cachondo, me bajé los calzoncillos, cogí el cacharro y se lo apunté hacia la raja, solo para hacerme la idea de que me la follaba, entonces, empezó a gemir. Yo la tenía a un dedo del culo. De pronto se echó para atrás y me dio con el trasero en el capullo, siguió echándose para atrás y se empezó a meter la polla diciendo:
—Richard, métemela, métemela.
Yo no tenía escapatoria, o se la metía o me caía de la cama y me tuve que agarrar a su pierna y empujar. ¡Madre mía! Se metió el badajo a la mitad, y ella seguía diciendo:
—Richard, jódeme, jódeme que me muero.
Yo estaba asustado pero me gustaba con locura, únicamente me daba miedo mi padre si se despertaba, pero era tal lo cachondo que estaba que la volví y se la metí hasta las bolsas. Me entró un gusto y un calor tremendo. Ella empezó a decir fuerte:
—Richard, viólame, viólame que me viene el gusto.
Empezamos a corrernos los dos. Ella bufaba, hacía fuerza y yo hacia dentro por miedo a Manolo.
Nos corrimos, ella se estiró, juntó las piernas, me la pilló dentro y yo creí que me la cortaba, pero me corrí, quedándome vacío. Al rato ella se quedó quieta.
A la mañana siguiente me fui con mi padre a presentarme a una empresa donde iba a empezar a trabajar de aprendiz. Cuando volví mi madre me dijo que tenía que hablar conmigo, me quedé alelao. Dije, «ya está, ahora me regañará por lo de anoche».
—Mira Carlos me tienes que prometer que lo que te voy a decir no lo sabrá nadie. Mejor me lo juras por lo que más quieras.
—Mamá te lo juro por ti que es lo que más quiero.
—Bueno verás es que yo soy sonámbula y por la noche hablo sola incluso a lo mejor algún día cuando tengas tu cama me levanto sonámbula y… me acuesto en la tuya.
Yo vi el cielo abierto.
—Mamá yo también lo soy. En el colegio, me lo dijeron algunos compañeros.
—Claro, es que lo has heredado de mí, entonces que no lo sepa nadie, ni tu padre, que como es tan dormilón ni se ha enterado, cuando yo te hable me sigues la corriente, porque es malo despertar al sonámbulo.
Por la tarde trajeron por fin mi cama, pero mi madre dijo que había que desinfectarla y que hasta la otra noche no se podía poner.
Por la noche me acosté con unas ganas que no veáis. Me hice el dormido. Mi madre se acostó, y empezó, «Manolo, Manolo estás dormido», y Manolo, ronca que ronca.
Levantó la pierna y empezó a hacerse una paja y a echarse para atrás. Yo me preparé, la apunté, quité la sábana y tenía el camisón en el cogote. Empecé a besarle la espalda y a metérsela y ella empezó a decir:
—Richard, métemela, métemela que me gusta mucho.
Entonces se la metí y se la saqué y la di con el capullo en la pipa, y dijo:
—Richard, que me matas, métemela que está muy buena, ¡qué polla más rica tienes!
Empecé el mete-saca y ella empezó a bufar, yo a jodérmela y Manolo roncando. Yo no decía nada, me daba miedo, pero ella hablaba cada vez más fuerte.
—Richard, viólame, jódeme, soy toda tuya, tuya, cabrón empuja, ¡que me viene, que me viene!
Nos corrimos y otra vez se estiró y me la pilló dentro cuando me estaba corriendo, entre el gusto y el daño de apretármela, aquello fue la gloria.
Los días siguientes ya dormía en mi habitación pero no pasó nada. Al quinto día, mi padre se iba muy temprano a trabajar y yo entraba a mi trabajo dos horas y media más tarde que él.. Le vi que se iba. Al rato vi a mi madre entrar en mi habitación. Me hice el dormido, se acostó en mi cama, me dio el culo y empezó a decir:
—Richard, ¿qué me vas a hacer?
Yo ya tenía poco miedo porque estábamos solos, así que quité la sábana y vi que tenía el camisón subido, como siempre.
—Mi Marilyn, te voy a joder como no te lo han hecho nunca, te la voy a meter hasta los cojones.
—Amor, métemela ya que me muero de ganas.
Yo así no quería porque luego me la pillaba. Entonces la puse boca arriba y empecé a besarla por todo el cuerpo, ¡qué buenorra está mi madre! la fui tocando hasta que llegué a la chirla, estaba empapada.
—Richard, móntame, móntame, méteme tu polla que es divina y me da un gusto que no me lo ha dado nadie.
Me fui montando, se la puse en la puerta y empecé a meterla y sacarla, a darle en la pipa.
—Cabrón métemela que me da mucho gusto, que me voy a correr con ella fuera y quiero tu polla dentro.
Me agarró de las nalgas, me empujó y se la clavó toda, empezó a besarme en la boca con la lengua fuera, yo la di la mía, y aquello fue el delirio.
—Qué me corro, que me viene ¡qué gusto! contigo qué bien se folla ¡qué polla más divina! me voy…
—Marilyn que me viene, que me viene, que me corro ¡ahh!
Se estiró, juntó las piernas pero yo estaba dentro y el apretón del chocho fue algo que me produjo un gustazo enorme. Nos quedamos dormidos, después me fui a trabajar y por la tarde estábamos solos.
—Carlos, ven aquí al saloncito.
Tenía la persiana bajada y estaba a oscuras, me senté a su lado.
—Carlos esta mañana me he encontrado en tu cama y quiero que me cuentes lo que ha pasado.
—Bueno mamá, me has abrazado…
—Espera —me cortó ella—, vete haciendo todo lo que hemos hecho esta noche, por muy malo que sea.
A mí me daba corte, así que no se lo dije del todo.
—Verás mamá, me has abrazado así, y nos hemos besado así y tú decías: Richard, bésame, abrázame que eres mi amor, y me tocabas así y me besabas así.
—Hijo, qué cosas, eso es que estaba soñando que era joven y estaba con algún artista de cine, pero no importa nos lo contaremos todo ¿te parece? y si mañana tú te vas a mi cama yo te contaré lo que pase te lo prometo.
Al otro día, como me había indicado ella, cuando se fue mi padre yo me fui a su cama. La empecé a subir la ropa y la dije:
—Marilyn, cariño, te voy a besar toda y te voy a hacer gozar hasta que te mueras de gusto.
—Cariño, bésame lo que quieras, soy toda tuya, bésame donde quieras, todo mi cuerpo es para ti.
Yo no había chupado el chichi nunca a ninguna mujer, pero me fui para abajo y empecé a chuparla la pipa.
—Cariño, que me muero de gusto, ¿qué me haces? no me lo ha hecho nadie, súbete y métemela que me muero de gusto, cabrón sube, métemela que me corro.
Yo me fui subiendo, me agarró de las nalgas y me pegó el empujón y se corrió ella sola.
—Richard, así, así más fuerte que no puedo más, ¡me viene, me viene! se estiró y se quedó seca, yo seguí con ella dentro, no me había corrido, entonces empezó a moverse otra vez.
—Marilyn, cariño muévete que te estoy jodiendo, te la tengo clavada hasta los cojones, muévete cabrona, puta, muévete.
—Sí, llámame puta, que quiero correrme dos veces, nunca lo he hecho. Richard, cariño empuja, cabrón que me corro, métemela toda, hasta los huevos, ahora jódeme cabronazo, ya me corro.
—Puta, dos polvos sin sacarla, te la meto toda, qué gusto más grande, ¡ay cómo gozo con mi puta!
Se corrió la segunda vez, se estiró y se quedó quieta, después nos dormimos.
Al otro día por la tarde al quedarnos solos, me llevó al saloncito, que estaba a oscuras y me dijo:
—Hijo, esta mañana cuando se ha ido tu padre te has acostado en mi cama y me has dicho y hecho unas cosas que me da vergüenza decirte.
—Prometiste que nos diríamos y harías conmigo todo lo que habíamos hecho por la noche, mamá.
—Sí, es verdad hijo, lo haré, verás. Me abrazabas así, y con las manos me tocabas las tetas y los muslos, y querías echarte encima de mí, me decías unas cosas maravillosas y me besabas.
—Mamá, ¿así te lo hacía? ¿te tocaba así los muslos? y más arriba también y si me hubiera echado encima de ti, ¿qué habría pasado?
—Hijo para no despertarte te hubiera dejado, además debo decirte que me pusiste muy mala, pues tu padre no cumple mucho.
—Mamá qué piel más suave tienes, déjame que te haga lo de anoche, anda.
—Pero hijo, no está bien yo no soy Marilyn, soy tu madre.
—Pues cuando tú vas a mi cama también quieres que me eche encima de ti.
Yo la seguí tocando los muslos y llegué a las bragas, y la besaba con la lengua y la daba en su lengua. Se me puso a cien.
—Hijo, no está bien lo que haces, soy tu madre, no me tumbes en el sofá cariño, que esto no está bien, no me bajes las bragas.
—Yo la fui tumbando en el sofá. Se defendía muy poco. La quité las bragas, me fui quitando los pantalones y seguía besándola y tocándole la raja. Estaba empapada.
—Hijo, a ver si anoche pude evitarlo y ahora no puedo. No pensarás violarme, ¿verdad? soy una mujer decente y tú eres mi hijo, no soy una puta.
Empecé a chupar la pipa y ya sabía lo que decía.
—Dios mío, hijo, déjame que no puedo más, no me mames más ahí que no sé lo que hago, que me muero de gusto, cabrón estate quieto.
Me fui subiendo encima de ella, se la metí empujón arriba y se clavó toda.
—Qué cabrón eres. Mi propio hijo encima de mí y yo como una puta… empujando para que me jodan, cabrón. Cuando termines te vas a enterar, esto no son sueños, ¿qué cosa me has metido? me corro mamón, me voy, me corro…
Se estiró y yo quieto dentro de ella no me había dado tiempo a correrme así que me dejé. Voy a presumir de dos polvos.
—Mamá, qué caliente me has puesto. Qué bueno es follarte aunque tú no quieras te voy a echar otro sin sacártela.
—Hijo, ya está bien, déjame que soy tu madre, no pensarás seguir encima de mí, no me hagas eso en las tetas hijo, que me pongo otra vez caliente, ten un poco de respeto, que soy una madre, que me ahogas con esos besos, cabrón empuja, no sé lo que digo, pero conste que me has violado, y si me lo haces otra vez, me violas otra vez.
—Mamá te voy a echar la leche otra vez y te vas a correr como una puta salida, y luego me vas a mamar la polla porque estoy cachondo.
—Hijo no me jodas que soy tu madre, y no me beses que me pongo cachonda, abrázame que no puedo más, ahora sí quiero que me violes y me putees cabrón, empuja que me corro, que me viene, ¡qué macho eres!
Había cambiado en un momento. Yo estaba corriéndome encima de ella y me venía un gusto sobándola porque ¡qué buena está mi madre!
—Mamá todos los días voy a ir de puteo, pero la puta vas a ser tú, te voy a dar por culo, me la vas a mamar y yo te voy a lamer siempre que quiera.
—Sí hijo, seré tu puta y te la mamaré pero ahora por favor échame la leche dentro, que me corro. Cabrón, hijo de puta, mamón, empuja macho, que eres el más macho, por eso me gusta estar montada por ti, amor, que me muero de gusto, ah, no puedo, no puedo me corro…
Nos corrimos los dos.
Ahora tengo 25 años, hemos hecho de todo, pero mi madre me exigió, y yo lo cumplí, hacerlo cada dos días, y así lo hemos venido haciendo unas veces soñando y otras contándonos los sueños.
Para mí mi madre es algo grande, no sólo en lo físico sino también en lo moral, es divina, os lo juro.
Pedro – Huelva