Si hay algo que siempre me ha gustado hacer es pajearme sin parar. Ahora tengo 18 años y recuerdo haberlo practicado desde siempre. Suelo hacer lo imposible para quedarme solo en casa cuando el resto de la familia se marcha. Me gusta meneármela a placer, lentamente, subiendo y bajando hasta que la leche cae sobre mi pecho.
En estas ocasiones he tenido, también, la oportunidad de fisgar en los cajones y armarios de la casa, para descubrir algunos secretitos de mi familia. Un día de mucho calor, que andaba desnudo con mi manubrio de 21 centímetros duro como un palo de golf, como me aburría empecé a abrir los cajones de la cómoda de mis hermanas para ver qué tipo de lencería usaban.
Cuál no sería mi sorpresa al descubrir que debajo del papel que cubría el fondo de un cajón, mi hermana Nuri había guardado una buena colección de revistas sexuales; y también otras de tíos en pelotas. Las hojeé con curiosidad, para comprobar que aparecían gays enculándose, mamándose y haciendo mil cosas más.
Esta visión consiguió que se me pusiera dura como nunca, por lo que me la meneé desesperadamente hasta que la leche salió a presión y manchó una de las preciadas revistas de mi hermana.
No me quedó más remedio que salir corriendo a comprar otra igual. En menudo escándalo me metería Nuri si se daba cuenta de lo ocurrido. La sorpresa me la llevé yo, más tarde, cuando, al llegar a casa, comprobé que todo se hallaba ordenado como si allí nada hubiese ocurrido.
Ni siquiera habían pasado treinta segundos cuando la puerta se abrió y mi hermana mayor, Nuri, con un guiño acompañó la pregunta de si me lo había pasado bien. Luego llegaron todos los demás miembros de la familia.
Al día siguiente me quedé para ver si descubría más secretitos. Lo primero que hice fue comprobar qué había pasado con la revista pomo en la que había derramado mi leche. En seguida vi que Nuri había escrito con un pintalabios: «me gustan los maricas como tú; ¡pero dame tu polla!». No supe qué pensar. La verdad es que me excitó mucho ver cómo dos tíos se enculaban; pero yo no me consideraba homosexual.
Lo dejé todo como estaba y decidí seguir con mi actividad de detective. Me introduje en la habitación de mis padres. Abrí el último cajón del aparador; y fui a encontrar, a primera vista, un juego completo de consoladores. Por lo menos había media docena de todo tipo; incluso de ésos que las lesbianas se atan a la cintura.
—Ya veo que te interesas por todos; y no sólo por mí —dijo Nuri entrando allí, con lo que casi me dio un infarto de miocardio; luego continuó— ¡Vaya con nuestros padres! ¡Los dos sí que saben cómo divertirse en la cama!
Se acercó a mí y puso una mano en mi abultado paquete. En seguida, sin esfuerzo, sacó mi polla del slip.
—Lo que haces no está nada bien, Nuri.
—¿Acaso es mejor husmear en las cosas de tus hermanas y de tus padres? —me increpó.
Al mismo tiempo, sin soltar mi tranca, se quitó el vestido. No llevaba nada debajo. Pasé mi diestra por su almeja que rezumaba jugos; y comencé a masajear su clítoris. La muy cerdita no cesaba de gemir y de meneármela.
Poco después, cambió de postura para amorrarse con toda la boca a mi picha. Mis dedos se movieron disparados a sus redondas y duras tetas. Mientras, mi tranca era rechupeteada. Pronto sus labios succionaron mi capullo…, ¡para dedicarme la mejor mamada de mi vida!
—¡Voy a correrme… Qué bien me chupas la polla… Oh, cómo gozo…!
—Todavía no ha llegado tu momento —me advirtió la «muy puta», a la vez que se retiraba. Seguidamente, hizo que le chupase el coño gritando— ¡Bébete mis jugos, «cerdito»! ¡Sé que te va a gustar!
A pesar de sus energías iniciales, tardó muy poco en gemir al sentir que yo atrapaba entre mis labios su clítoris; acto seguido, recorrí con mi lengua su roja almeja y, a la vez, con las dos manos masajeé sus tetas. Pude notar de qué forma se iban endureciendo sus pezones, hasta que oí los gritos del gusto que yo le daba. Se empezaba a correr.
Comprendí que mi hermanita era una ninfómana. A los pocos minutos volvió a tener mi polla en boca, para lamerla desde la punta hasta los huevos. De pronto, ocurrió algo que yo no esperaba: ¡me metió un dedo en el agujero del culo!
—¿Te excita esto, «mariconazo»?
Yo me moría de gusto, por lo que no cesaba de gemir.
—¡Ahora te daré lo que te mereces! —me anunció.
Rápidamente hizo que me pusiera boca abajo, para lamer el ano hasta ensalivármelo por entero; mientras, su lengua entraba y salía. Hubo momentos en los que creí que iba a desfallecer del placer que mi hermana Nuri me proporcionaba.
La «muy puta» se puso un consolador de correas: y, sin consultarme, se dedicó a metérmelo por el culo. Primero, muy despacio. Esto permitió que yo notara cómo se dilataba mi esfínter a medida que el consolador iba llenando mi recto. Segundo, efectuó un mete y saca violento y, al mismo tiempo, con una mano atrapó mi picha y con la otra acarició de mil maneras mis huevos.
El placer alcanzó unos niveles bestiales. Mis genitales estaban más duros que nunca, por lo que me abandoné a ese «suplicio» al que Nuri me estaba sometiendo. Así me corrí con un reventón de felicidad. Llené el suelo de semen y, después, caí exhausto. En seguida mi hermana recogió con la lengua todo lo que se había desparramado y, más tarde, me besó para que probase mi propia leche.
La diversión se nos acabó al oír que nuestros padres llegaban. Mientras nos vestíamos a toda prisa, aún ella tuvo tiempo de meterme la lengua en la oreja; luego, me dijo que ya seguiríamos más tarde.
Repetimos la experiencia después aprovechando que el resto de la familia se había ido unos días al pueblo. Empecé comiéndole las tetas; seguidamente, se las masajeé hasta que la «muy guarra» comenzó a mojarse.
—Voy a enseñarte algo que aún no has descubierto; pero continúa metiendo tus dedos en mi coño o me negaré a ser tu putita.
Dicho esto abrió el escritorio de Isabel y, de entre los papeles, sacó un sobre. Dentro había fotos de nuestra hermana Isa en pelotas, masturbándose, mamándole la polla a un tipo, con una de sus mejores «amigas» besándole las tetas, etc.
—Desde que descubrí estos «secretitos», siempre me pajeo viendo las fotos de nuestra hermanita.
Dado que su chochazo se hallaba encharcado, me cobré «venganza» metiendo de golpe tres dedos en su culo. Pero un gritito de dolor me detuvo; sin embargo, al poco rato estaba culeando de gusto.
—¡Cómo me excita… Húndemelos más adentro que me muero de placer! —exclamaba sin parar.
He de destacar que me encantaba el aroma que se desprendía de su chocho y de su ojete. Sin pensármelo dos veces le ensarté la polla en todo el conejo. Empecé un mete y saca en aquel húmedo y caliente túnel, a lo que ella colaboró cerrando y abriendo sus músculos alrededor de mi chorra. Sus acciones me llevaron a pensar que no quería dejarla escapar.
Yo iba a lo mío. Con una mano dominaba sus pezones, acariciándolos y pellizcándolos; y con la otra recorría su caliente ano, queriendo estimular cada centímetro del recto.
—¡Oh, cómo me calientas! ¡No te salgas de mi chocho, «cabronazo»… Clávala más dentro! —me suplicaba; mientras, se corría tres veces seguidas—. ¡Conseguiré que sueltes toda la leche que llevas dentro… No te pares, hermanito… Me enloquece que me metas tus dedos en mi culo!
Llegamos al orgasmo en el mismo instante; luego, nos quedamos un buen rato tendidos, acariciando dulcemente cada palmo de nuestra piel…
Todo lo bueno se acaba y la familia volvió de las minivacaciones. Nuri y yo debimos follar aprovechando cuando no había nadie en casa; y siempre con miedo a ser descubiertos.
Un día, después de cenar, como no había nada bueno en la «tele», papá nos propuso ver un vídeo que aseguró nos encantaría. Nos sentamos todos en el sofá… ¡Y resultó que los actores éramos Nuri y yo!
Ninguno de los dos supimos dónde meternos. Estábamos rojos de vergüenza; pero nuestra madre, mientras me daba un beso en la boca y mi padre le ponía a Nuri una mano a la altura del chocho, dijo que no nos preocupásemos.
Isa no dudó un momento en desnudarse; y sin más preámbulos se masajeó las tetas y se metió dos dedos en el chumino.
—¡Cómo me habéis excitado, queridos… Estoy mojadísima! ¡Necesito que todos me folléis! —gritaba sin dejar de gemir.
—Hace un par de días que, sin esperarlo, os vimos joder. Estabais gozando como locos de vuestros hermosos cuerpos —explicó mi madre; mientras, se quitaba la camiseta y los pantaloncitos cortos que había llevado puestos.
Debajo no usaba nada más. Mi hermana se apresuró a liberar la dura polla de papá de los pantalones; al mismo tiempo, le daba unos besos y le comenzaba a lamer.
Isa se amorró a mi picha y la succionó como una posesa; al mismo tiempo, sus manos iban a la raja de mamá para recorrerla hasta meterle el puño lo más hondo posible.
—¡Ay, hijita; qué bien lo haces… Siempre he soñado con que esto sucediese… Por eso, cuando tu padre y yo vimos a Nuri y a tu hermano, decidimos grabarlos con la cámara de vídeo por el ventanuco de la habitación sin que nos descubriesen! Queríamos prepararos esta sorpresita para intentar joder todos juntos.
Mientras, mi hermana mayor no perdía el tiempo, ya que tenía la picha de nuestro padre: masajeándola o pasándola los pezones por el capullo; a la vez, él gemía de gusto. Terminó corriéndose para embadurnar las tetas y la cara de Nuri con su leche.
Mamá y yo habíamos montado un estupendo «69» con una enloquecedora mamada de sexos y con los dedos entrando y saliendo de nuestros culos.
Cuando Isa vio a Nuri llena de semen se fue hasta ella; y empezó a limpiarla con la lengua: primero, los pezones que estaban durísimos; y, luego, las tetas enteras hasta subir por el cuello.
—¡Bésame y dame la leche que has recogido… Quiero llegar a conocer el sabor de papá tan bien como mamá!
Acompañó estas palabras metiéndole a Isa tres dedos en el coño y dos más en el culo moviéndolos sin parar.
—¡No te quedes quieta, hermanita! ¡Qué estupendamente me masturbas el coño… Cómo disfruto con tus dedos entrando y saliendo de mi ojete, Jordi! —exclamó; luego, me dijo— ¡Vaya un par de consoladores que voy a hacer gozar a la «cerdita» de tu hermana!
Le di los dos más grandes que allí había. Uno lo metió lentamente hasta los esfínteres de Nuri, para que papá y yo pudiésemos contemplar la cara de placer que iba componiendo la «enculada».
—¡Ya lo noto todo dentro… Cómo disfruto… Qué bien se ajusta a mi recto! ¡Vaya sodomización más buena me estás haciendo, Isa! ¡Por favor, méteme el otro en el chocho, que lo tengo mojadísimo y ya no puedo más! ¡Ay, vaya orgasmo… Ya me corro… Mmmmhhh…!
Tuve que masturbarme viendo cómo Nuri e Isa se comportaban igual que unas lesbianas. Mientras, como papá ya había vuelto a tenerla dura, la había metido en el coño de nuestra madre para follarla al estilo perro.
Mi capullo se hallaba rojísimo como si en cualquier momento fuera a estallar. Mis hermanas permanecían abrazadas, acariciándose las tetas y masajeándose los chichis. Por lo menos se habían corrido una docena de veces.
—En lugar de meneártela podrías hacer algo nuevo, Jordi. Seguro que lo pasarás tan bien como nosotras —me dijo Nuri.
Luego habló con mamá muy bajo; y ésta se sacó la picha de nuestro padre de su coño.
Las dos se miraron y, con una maliciosa sonrisa, se abalanzaron sobre papá. Tomaron asiento sobre él. Como mamá se quedó de rodillas, lo aproveché para meterle mi tranca en el chochazo.
—¡Cómo gozo… Muévete más despacio o no podré acabar de lubricar a tu padre…! —me pidió ella.
—¡Me gusta entrar y salir de tu coño… y que tus jugos mojen mi polla… Ah, qué bueno es follar contigo, mamá!
—¡No te corras todavía, hijito, que aún te queda hacerme un favor…!
En aquel momento mi hermana agarró un consolador y empezó a metérselo a nuestra madre. Yo disfruté notando su coño encharcado, lo que no le impedía aprisionar mi tranca mientras me movía lentamente. Vi a Isa masturbándose. Fue el momento en que Nuri cogió la polla de plástico y la hizo entrar y salir a una velocidad endemoniada del chumino de Isa; a la vez, se pajeaba con la mano que le quedaba libre. Mamá le amasaba las tetas y los pezones mientras yo la jodía.
—¡Ahora es el momento… Salta fuera de mí, hijo! —pidió mamá.
Mi padre había permanecido tumbado teniéndonos a nosotros encima. Lo único que pudo hacer fue mirar. Mis hermanas se habían corrido y acababan de salir un momento de la habitación. Pero volvieron con un bote de vaselina. Isa se dedicó a untar el ojete de papá; mientras, Nuri me embardunaba a mí la polla.
—¡Encula a tu padre! —me ordenó Isa.
—¡Yo no hago cosas de maricas! —respondió nuestro padre.
—Tú has disfrutado viendo cómo mi hermana y yo nos follábamos —intervino Nuri—. Ahora nosotras tenemos derecho a un poco de diversión.
Las protestas de nuestro padre no le sirvieron de nada. Las tres mujeres le colocaron en la posición adecuada, para que yo tomara posesión de su culo con parsimonia. Toqué con la punta de mi picha todas las paredes de su intestino, y pude girar sin cesar dentro de su ano. Al principio debió dolerle un poco, porque soltó un par de gritos; sin embargo, pronto comenzó a gemir de placer.
—¡Qué tonto he sido… Pero si esto es bueno, hijito! ¡Oooohhh… Cómo me gusta llevar mi culo lleno… Suelta tu leche… Me encanta sentir tu polla recorriendo mi recto…!
—¡Vaya manera de sujetar con los esfínteres mi tranca, papá! ¡Oooh… Voy a correrme! ¡Qué bien me siento en tu agujero estrecho y caliente! ¿Notas ahora mi semen llenándote las entrañas…?
—¡Piensa lo que quieras, hijo; pero necesito toda tu tranca dentro de mi culo… Aaaahhh… Me viene el orgasmo…!
Es innecesario decir que mi madre y mis hermanas quisieron aprovechar aquella rica leche que salía del ano de mi padre y embadurnaba mi polla. Se la repartieron sin cesar de masturbarse las unas a las otras y acariciándose mutuamente sus húmedas rajas.
Así fue cómo empezamos en mi familia a vivir en común el sexo. Desde entonces, siempre vamos en pelotas dentro de casa y jodemos a todas horas.
No nos importa si lo que pillamos es un culo, un coño o una polla con tal de alcanzar un buen orgasmo. Ahora somos una familia bisexual, «com…penetrada» y feliz.
Jordi – Barcelona