Una «tía» abundante

A las tías «abundantes» hay que saber trajinarlas, porque son de ésas que saben de qué van los tiros en el Sexo. A mí siempre me ha gustado tener donde poder «agarrarme», sabiendo que me voy a dar una comilona. Pero ellas son seres humanos.

Me refiero a que no te lo puedes plantear como la simple caza de una presa más o menos difícil sino como algo completo. Requiere una estrategia y todo un plan de seducción. África era la directora de la sucursal bancaria donde fui a solicitar un crédito de 300 mil euros. Jamás pude imaginar lo que iba a encontrar.

Crucé el umbral de la puerta de su despacho y me vi ante ella. El corazón se me encabritó y en la bragueta sentí que se avivaba mi paquete genital. Por fortuna Africa estaba atendiendo una llamada telefónica y me concedió un tiempo.

El tiempo fue para recuperar el dominio sobre mi persona. En los minutos siguientes supe comportarme fríamente, sin dar idea de lo caliente que estaba. Ella examinó mi documentación, los avales y el certificado de mis propiedades.

Resumiré este contacto inicial diciendo que debimos entrevistarnos en varias ocasiones, ya que la cantidad solicitada era bastante alta. Mientras tanto, empezamos a encontrarnos en restaurantes, aparcamientos y comercios varios. Siempre «casualmente», ya que me cuidé de conocer sus movimientos fuera del banco.

—Eduardo, le diré que se nos prohíbe intimar con los clientes que piden unos préstamos tan altos… —me susurró ella, en la enésima ocasión que nos «tropezamos» en el aparcamiento situado detrás de su casa— Pero yo podría hacer una excepción con usted…

Se hallaba completamente en contacto con mi cuerpo. Le abrí la gabardina y me fui a encontrar con que debajo sólo llevaba la ropa interior. Encima ella me sacó la polla.

—Pasamos a casa —me dijo, tirando de mi polla—. Dispones de una mercancía que no pienso desaprovechar… ¿Verdad que tú y yo no vamos a contar a nadie lo que vaya a ocurrir en las próximas horas? Somos personas adultas…

Yo me sentía a reventar. Esperé a que ella cerrase la puerta y allí mismo, sobre el suelo de baldosines de la enorme cocina, le quité la gabardina del todo y las bragas. Pero le dejé el sujetador al ser de esos de tipo cazoletas.

—Eres un cazador furtivo, Eduardo —dijo Africa desde el suelo y de lado—Ni siquiera has esperado a que llegásemos a la cama… ¿Tanto te apremiaba esto?

—¡Muchísimo! —exclamé con vehemencia, empezando a recorrer la canaleta entre su chichi y su ano—. Además tú eres de las hembras que exigen un tratamiento fuera de lo normal… ¡Adentro!

Ocupé su alojamiento vaginal y, de repente, advertí que las paredes se cerraban como si intentara dificultar mi avance. Apreté con todas mis fuerzas y entré con lo máximo al disponer de las palancas de mis piernas y brazos.

Porque agarrado a sus tetas conseguí atraerla hasta mí. A partir de entonces me dediqué a propinarle unos zambombazos. Sin descuidar el frotamiento de sus pezones, que acostumbro a manipular como si quisiera desenroscarlos. También le pasé la lengua por la nuca y parte de la espalda. Africa tembló…

—Estás separado, Eduardo… ¿Acaso tu esposa te dejó por salvajismo…?, ¡Ooooh, oooohh… Cómo te lo tomas… concentración y entregándote al máximo… Sí, sí!

Por unas gotitas de sudor que aparecieron en su espalda supe que se iba a «correr» antes de que lo anunciaran sus gritos.

Iba por el mejor camino, lo que me aconsejó que me parase. Continué realizando los «mete y sacas» a pesar de que sus zumos vaginales me llegaban a los cojones. Fueron tantos que me asaltó una idea «diabólica»: ¿Qué pasaría si se la endiño por el culo?»

Un pensamiento que no enfrié, pues extraje la polla del chichi y busqué la entrada anal con la precisión de un picador de minas. Empujé un poco y esperé…

—Pero, ¿qué estás haciendo, Eduardo? —preguntó Africa, más sorprendida que enfadada— Esto no entraba en mis suposiciones… ¿O acaso sí? ¡Pero qué canalla eres!

Se colocó boca arriba y yo mantuve la sodomización con la misma profundidad, hasta que puse mi mano izquierda en su cuello y en su hombro y la atraje hasta mí. Nuevamente la cosa funcionó como si lo hubiéramos ensayado. Ella se quejó:

—Me tenía por una «señora»… ¡y tú me estás dando el mismo trato que a una puta!

—Sabes que no es cierto, macizorra. Lo que me sucede es que cuando se presenta la ocasión de darme una «comilona» no espero a que me sirvan la mesa… ¡Y tú eres de las hembras que me gustan hasta la locura! ¡Aaaaahhh… No, ahí no…!

Africa mantenía las piernas bien abiertas y el cuerpo ligeramente recogido, lo que le permitió agarrarme los huevos y apretarlos como si fuera a cascarlos.

Pero no… lo suyo fue como una reacción defensiva, porque se estaba entregando al segundo orgasmo. Esto significó una mayor cantidad de jugos y un relajamiento de sus esfínteres, lo que me facilitó las embestidas de la sodomización.

Una conquista que me agradaba; no obstante, yo quería dejar mi lanza bien clavada en su chichi. Regresé a esta cavidad con una maniobra más lenta…

—¡Quieto, Eduardo… Por favor, si te sales ahora de mí podría darme un infarto!

Acababa de provocar su miedo a perderme, lo que le hacía más mía que nunca.

Procuré tomar dominio de su chichi con parsimonia, dando idea de que me pertenecía por derecho de conquista. Africa permaneció en una postura similar; sin embargo, la escuché emitir un gritito de alivio al sentir mi penetración vaginal.

—Parece como si me estuvieras haciendo pagar el mes y medio que te ha constado «rendirme»… ¡Oh, cómo me agrada… Continúa así o en mi culo… pero no te salgas!

Pronto recuperó las energías, más allá del tercer clímax, y pudo acompañarme en todas mis acciones. Su entrega era absoluta, como advertí al verla situarse de rodillas y con la grupa bien alzada. Yo seguía dominando su chichi…

—¡Híncamela en el culo… Te lo ruego, Eduardo! —me suplicó acusando una extraña excitación— Piensa lo que quieras… ¡pero necesito tenerla en el culo!

La complací con cierta premiosidad, dado que me encontraba en los límites de la eyaculación. Jugué con su túnel culero, al final del cual me esperaban unos esfínteres dóciles en el ajuste y el ensanchamiento. Súbitamente se disparó.

El esperma me brotó con intervalos rapidísimos y me quedé alucinado. Era el mayor trofeo que me podía ofrecer una hembra abundante. La sujeté por la cintura y vencí mi cuerpo sobre el suyo. Por momentos nuestros genitales se hicieron uno solo…

—Vivo aquí con el presidente de mi banco —dijo ella mirándome a los ojos—. Soy su amante. Los demás creen que es mi padre adoptivo, ya que tiene veinte años más que yo…

No volvimos a follar hasta que me concedió el préstamo. Después… Ahora nos vamos a casar. Tengo las mejores pruebas para saber que éste, mi segundo matrimonio, va a funcionar de maravilla. Sería un regalo para nosotros que la experiencia apareciese en polvazotelefonico.

Eduardo – Cádiz