Lo que voy a contaros ocurrió el verano pasado. Me llamo Mike, tengo 18 años, mido 1,75 mts. y poseo un físico bastante agradable. Hasta esas fechas las únicas relaciones sexuales que había mantenido no pasaban de la masturbación y de unos leves escarceos. Pero, entonces, mi vida dio un vuelco radical.
Tuvo que ver con el hecho de conocer a Oscar y a Chico, dos hermanos de Madrid, que veraneaban en un chalet de la costa de Huelva. Contaban 18 y 20 años respectivamente y eran muy simpáticos.
Aunque nuestros chalets se hallaban muy distantes, nos conocimos jugando un partido en la playa, cosa muy habitual por aquí. Y estuvimos saliendo por la noche a las discotecas y a los pubs, pasándolo muy bien en las juergas. Pero lo realmente fascinante empezó cuando mis padres se fueron un fin de semana a Sevilla, debido a que habían sido invitados a una boda. Después de salir a tomar unas copas y a bailar un poco, convencí a Oscar y a Chico para que se quedaran toda la noche conmigo.
Cuando llegamos a casa nos dispusimos a dormir. Antes les dije cuál era su habitación, y me fui a la mía.
Estábamos muy juntos. Al poco rato, comencé a escuchar ruidos que venían del cuarto de mis amigos. Me acerqué para observar que pasaba. Abrí la puerta… ¡y la visión que descubrí me pareció increíble!
Chico se encontraba a cuatro patas, para recibir por el culo la polla de Oscar. La sodomización era furibunda y sincronizada, incansable. En el momento que reaccioné, me quité las ropas y me coloqué debajo de los dos, tomando la posición del 69. Así que me introduje el pene de Chico en la boca, y comencé a dedicarle una mamada colosal. El amigo me correspondió de la misma manera, y no paró de hacerlo hasta que me corrí en su cara; al mismo tiempo, él me regó de idéntica manera. Oscar también lo hizo en el ano de su familiar.
Luego, nos concedimos unos minutos de recuperación, para dar comienzo a la jugada más endiabladamente hermosa. En aquella ocasión, yo enculé a Oscar, que gemía de placer, a la vez que el sometido se la chupaba a Chico. No nos detuvimos hasta culminar el acto con un tremendo orgasmo por partida triple. Aquella noche me pareció inolvidable, ya que no nos negamos ni uno solo de los goces bucales y anales.
Después de corrernos nos quedamos profundamente dormidos.
A la mañana siguiente, me levanté temprano, me duché y me fui a la playa a darme un baño. Cuando volví, encontré que Oscar estaba despierto. Ya había pasado por el cuarto de aseo. Al verme me saludó con un beso en la boca.
Mientras nuestras lenguas se buscaban, se apoderó de mi polla y, posando sus labios por todo mi cuerpo, llegó a mis cojones, trepó por el mástil erecto y se metió el capullo en la boca. Empezó a mamarlo. Al mismo tiempo, con una mano me frotaba los huevos y con la otra me perforaba el ano. El placer adquirió dimensiones de inmensidad. Sentí como su lengua jugaba con mi carne vibrátil, dejándola libre y apresándola, en una acción similar a las emboladas de la sodomización. Al sentir que me iba a correr le sujeté la cabeza.
Creí que mi pene iba a estallar de gusto. La erupción se realizó en la garganta del amigo-amante. Se tragó toda mi leche. Seguidamente, nos volvimos a besar. Puse a Oscar de espaldas contra el suelo y le levanté las piernas hacia mis hombros. Le unté el culo con una gran cantidad de saliva, y puse mi polla en esta entrada. Me entregué a penetrarlo lentamente, sintiendo cómo el recto se dilataba al paso de la polla. Cuando faltaba poco para que entrase del todo, golpeé con fuerzas y se la clavé en su totalidad.
La certeza de la penetración absoluta me la proporcionó el hecho de que mis cojones chocasen contra sus glúteos. Me lié a meter y a sacar la verga, a la vez que le daba un sentido vertical, como de barrena, queriendo proporcionarle el mayor placer.
En aquel preciso momento, con aire de acabar de salir de la cama, Chico se acercó a la cara de su hermano y le metió el cipote en la boca. Y yo al ver ese nuevo trasero ante mí, me entretuve en lengüeteárselo a conciencia. La gozada iba en aumento. Yo gemía follándome a Oscar; éste no paraba de chupársela a Chico, que se corrió en la garganta glotona; y la tercera acción continuaba su curso. Los anos, las bocas y las pollas ardían entre suspiros, gritos y gemidos. Nos corrimos en medio de un calor sofocante. Fue un combinado de explosivas eyaculaciones.
Al finalizar las vacaciones nos despedimos. Me sentí muy triste. Nunca olvidaré aquellos días maravillosos, repletos de Sexo y Placer entre Oscar, Chico y yo. Estoy deseando volverles a ver, para poder unir nuestros cuerpos desnudos en uno solo. Y conseguir que nuestros tres corazones palpiten a la vez.