Zafarrancho de Sexo

Paula y Joaquín se encontraron en el puerto. Habían realizado una buena pesca, pues los dos estaban muertecitos de hambre sexual, y se dispusieron a gozar de todos los placeres que brinda la cama.

Sus habilidades iban a permitirles organizar un auténtico zafarrancho de Sexo. «Después de veinte días de navegación, follando con una muñeca hinchable, el cuerpo de Paula me fascinó. La verdad es que no nos andamos por las ramas: nada más entrar en el apartamento, nos quedamos desnudos, ¡y nos lanzamos a gozar de todas las posibilidades que se hallaban a nuestro alcance!»

El coño que tenía ante mí se hallaba más abierto que el canal de Panamá, sin embargo, sabía cerrarse de tal forma que mi polla quedaba como aprisionada en un lecho de excitante espuma sólida: podía entrar y salir, en medio de sus flujos, que, como trombas de líquido hirviente, se iban generando por todas partes, a la vez que sentía cómo el semen cocía en la base de mis cojones, hasta salir en una explosión de volcán…

Pero, ¿qué decir de su culo? ¡Me pareció como si estuviera metiéndola en un queso caliente, blando, suave, vibrátil y terriblemente excitante…!

Quizá el mejor placer lo encontré en su boca. Porque la poseía de seda y fuego: me la consumió como si fuera un caramelo, y me la mimó como si se tratara de la joya más valiosa. Estas dos acciones, que pueden parecer antagónicas, se hicieron realidad gracias a la doble condición de ella: puta y amante… Todo mi esperma fue suyo, igual que las olas baten sobre el casco del barco en pleno temporal…

Sentimos dolor, furia y desesperación: pero, al mismo tiempo, desencadenamos un inmenso gozo, una inconmensurable pasión y la satisfacción de saber que podíamos alcanzar todos los techos que se nos antojasen. Porque en la batalla que habíamos emprendido – en el zafarrancho de combate o de sexo – se diría que estaba en juego el deseo de demostrar al otro que uno era el más fuerte. Para ser sincero: finalizamos la follada con un empate.

Manolo – Cádiz.