A tres es mucho mejor
Treintañero casado, mi última aventura tuvo lugar este verano, y fue tal y como lo relato a continuación, por supuesto, mi mujer no sabe nada:
Me encontraba tomando una copa en una terraza cuando llegó una joven pareja y se sentaron en la mesa de al lado. Como estábamos en verano ella llevaba una blusa semitransparente, sin nada debajo y una falda corta de lycra, totalmente pegada, que al sentarse se le subió hasta dejar a la vista sus muslos.
Como quedó frente a mí, pues no tenía que hacer ningún esfuerzo para observarla detenidamente. Estaba muy buena la señora y además pidiendo guerra, pues sus movimientos, sus gestos y sus sonrisas y carantoñas estaban diciendo: “quiero ser bien follada”.
En un momento dado fijó su mirada en mí y descruzó las piernas, enseñándome la entrepierna. Pude observar que llevaba una pequeña braga negra mientras pasaba la lengua por sus labios de lado a lado de forma provocadora, esto hizo que le prestara más atención, si cabe, y no le quitaba ojo de encima.
Le dijo algo a su acompañante y éste se giró diciendo: “¿Tomas una copa con nosotros?” “Estaría bien”, le contesté. “Acompáñanos”, me invitó. Me senté donde me indicaron y tras llamar al camarero, pidieron bebida para los tres.
“¿Te gustaría acostarte con mi chica?”
Esa pregunta, así de sopetón, me dejo mudo, pues que una mujer me pida que me acueste con ella lo consideraría normal. Pero que me lo pida su compañero, pues, no lo veía tan normal, por lo menos hasta ese día. Y, mucho menos, una chica tan bien puesta.
“¿Puedo decir que me encantaría?” “Puedes.” “Bien, pues digo que me encantaría poder acostarme con tu chica.” “Está muy bien. Sólo hay un pequeño inconveniente, que mi marido también participará.” -me dijo ella, mientras ponía su mano en mi muslo y me lo acariciaba.
Esto terminó conmigo, pues ya se me estaba poniendo dura de pensar en acostarme con aquella hembra, que si bien no era muy guapa, sí tenía un cuerpo divino para gozarla, con sus caricias terminó por levantarla.
“Bueno, por mi parte no hay inconveniente, sé que hay muchas parejas que usan hombres para disfrutar en tríos.” Por supuesto que no les dije que ya lo había hecho con anterioridad, preferí esperar a ver qué deseaban de mí, que me usaran como prueba y fueran ellos los que decidiesen hasta dónde querían llegar.
Lo que me gusta de una relación de sexo a tres es que sea un juego de todos contra todos y para todos. Llamaron al camarero y tras abonar las bebidas, me dijeron:
“¿Nos acompañas al hotel?”
Nada más entrar en la habitación ella comenzó a besarme mientras me ayudaba a quitarme la ropa. Él mientras se fue al baño. Cuando me tuvo completamente desnudo, se quitó la blusa dejando sus tetas al aire.
No me había equivocado. No llevaba nada debajo y las tenía bien puestas, erguidas y con los pezones duros y apuntando a mi pecho. Se las acaricié mientras se las besaba y le chupaba los pezones. Inmediatamente, se desbrochó la falda quedándose sólo en braguitas. Mis manos se fueron a sus nalgas mientras la besaba y ella comenzaba a acariciarme la polla.
En esto salió él desnudo del baño, se puso tras ella y, al tiempo que la besaba en el cuello, comenzó a restregarla su polla por las nalga, sus muslos y mis manos que se encontraban allí.
Después se agachó para quitarle el tanga y chuparle las nalgas en condiciones. Mi mano se metió en su entrepierna y comenzó a acariciarla. Ella comenzó a suspirar, me mordió los labios y, sin más preámbulo, cogió mi polla y la metió entre sus piernas.
Él aprovechó para darme unos lametones en el capullo mientras le besaba las nalgas y el interior de los muslos. Mi mano se fue a su coño y comencé a acariciarla mientras él me cogía la polla y me la chupaba.
La comía bien, se ve que no era la primera que chupaba. La chica le ayudó y comenzaron a chupármela entre los dos, se la disputaban mientras se morreaban y se acariciaban mutuamente, o me cogían las nalgas para meter los dedos entre ellas buscando el ojete. Luego, ella se quedó de rodillas ante mí chupándome y acariciando todo el largo del rabo.
Él se puso tras de mí, su polla pugnaba por buscar acomodo entre mis nalgas, así que abrí un poco los muslos y la aprisioné con ellos. Pero su intención iba más lejos, o más adentro, según se mire, porque enseguida noté como sus dedos, provistos de un líquido lubricante, entraban en mi ano. Primero uno, luego tras recibir más lubricante, dos, así hasta que consideraron que estaba lo suficientemente lubricado.
Yo estaba a punto de explotar, pues, entre la mamada que estaba recibiendo y el placer que sentía en mi culo, estaba a punto de correrme.
Se lo dije y ella, soltando mi polla, se me subió encima y me besó en la boca;
“No te corras, -me pidió- disfruta de la intensidad del momento, ya tendrás tiempo de hacerlo”.
En esto noté que los dedos eran sustituidos por algo más gordo. Instintivamente, mi mano se fue a mi culo y me asusté al notar el tamaño y grosor de aquél trozo de carne que me quería meter, no pensé que fuese tan grande y gorda cuando la había tocado.
“Relájate, que te va a gustar”, me susurraba ella mientras sus manos abrían mis nalgas para ayudar a que entrara el capullo.
Cuando éste pasó el esfínter me recorrió un escalofrío, de placer y de dolor, pues era bastante grande y aún a pesar del lubricante, le costaba encontrar hueco en mi culo.
“Te va a gustar”, me susurraba ella, mientras mordía mis labios.
Él, mientras, lamía mi cuello y seguía en su trabajo de intentar meter toda su polla en mi culo. Comenzó a moverse con suavidad al tiempo que con su mano comenzó a pajearme suavemente mientras empujaba dentro de mi culo.
Cada vez me notaba más lleno, me dolía un poco, pero sus caricias, las de los dos, me relajaban y ayudaban a que me abriese más y más. Cuando noté que su polla estaba dentro, le pedí que no se moviese. Quería sentirla en toda su inmensidad.
Al poco comencé a moverme con suavidad, recibiendo sus caricias con mi polla a punto de estallar, con mis huevos a tope de leche que pugnaba por salir.
“No te corras todavía -me pedía ella- queremos beber tu leche.” “No aguanto más”, susurraba yo.
Me llevaron a la cama sin sacar aquél trozo de polla de mi interior y cuando estuvimos al borde me la sacó. Noté un gran vacío, “no te preocupes que en un momento te vuelvo a llenar”, me susurró.
Ella me pidió que me tendiese en la cama boca arriba, pusieron una almohada bajo mi culo, para que quedase más levantado y fuera más fácil chuparmela… fue entonces cuando él me la metió de nuevo, ahora, sí que la sentí entera, me sentí poseído por aquel trozo de polla que llenaba mi interior y me hacia sentir su plenitud y su potencia.
“Cuando estés a punto de correrte avisa”, me dijo ella sacándose mi polla de la boca, siguió chupando hasta que llegué al límite de mi resistencia y le dije:
“¡Ahora!” Saliendo de mi interior, acercó su polla y comenzó a masturbarse al tiempo que ella, sacándosela de la boca, me la machaba a a mí.
Nos corrimos los dos a la vez, mis chorros de leche caían sobre su mano, su cara y sobre la polla de él, a la vez que volvían a caer sobre mí.
Cuando las pollas quedaron exhaustas y ya no pringaban leche, él se enganchó a mi polla y comenzó a chupar leche, tanto de mi como de la mano y de la cara de ella, al tiempo que se besaban y se pasaban la leche con sus lenguas. Se la devoraron toda, no dejaron ni rastro.
Mi polla seguía dura, y sin más, ella se sentó sobre metiéndosela de un solo golpe. Estaba súper lubricada y deseando correrse, -el beber y compartir leche la ponía a cien, según supe luego, incluso algunas veces se corría sin necesidad de que la tocasen o follasen.
Comenzó a moverse como una verdadera diosa, como si se le fuera la vida en el orgasmo que pensaba tener. Mi polla entraba y salía de su coño con una rapidez endemoniada.
Al momento comenzó a contraerse, apretándose la polla con los músculos del coño hasta que se corrió de forma bestial. Pude notar cómo sus jugos descendían por mis huevos.
Tras quedarse un momento quieta y con todos los músculos contraídos, se tendió sobre mí y comenzó a besarme suavemente.
“Ha sido fabuloso, maravilloso, exquisito, he disfrutado como una perra.”
Nos fuimos a duchar, él ya lo había hecho mientras echábamos el polvo. Bueno, ella, pues yo no me había corrido y tenía la polla dura y con ganas de seguir la marcha. Nos metimos bajo la ducha y comenzamos a acariciarnos y besarnos mientras nos enjabonábamos mutuamente.
Salimos de la ducha y nos fuimos a la cama. Él estaba sirviendo unas cervezas que refrescaron nuestros cuerpos pero no nuestros deseos, que eran seguir follando. Tras terminar la cerveza, comenzamos de nuevo.
Ella comenzó a chuparnos las pollas. Cuando consideró que estaban bastante duras, nos dijo:
“Ahora os toca a vosotros”. Él se dio la vuelta y, poniendo su polla a la altura de mi boca, comenzó a chuparme.
Yo le secundé y me la metí en la boca, primero el capullo y luego entera.. Subió sobre mí haciendo un 69, y desde esa posición pude observar como ella le comía el ojete, le echaba saliva y se lo acariciaba metiendo los dedos en él.
Estuvimos así un rato, hasta que me hicieron cambiar de postura. Ahora estaba yo encima y él debajo, con lo que ella se dedicó a comerme el culo.
Sentía cómo su lengua intentaba entrar, su saliva, sus dedos, luego su lengua de nuevo, ¡qué bien lo hacía, sabía dar placer! A la vez mi polla era devorada por la boca de él que parecía una succionadora, tenía bastante practica, lo hacía muy bien.
Sin terminar, cambiamos de tercio. Ahora eran ellos los que hacían un 69 y mi trabajo consistía en: dar placer con mi polla al que quedase arriba.
Primero le tocó a ella, se la metí por el coño y mientras me la follaba notaba la lengua de él y su mano, que me acariciaban la polla y los huevos.
Al rato se giraron y le tocó a él, como estaba lubricado sólo tuve que presionar un poco y noté cómo el capullo entró, con un poco de esfuerzo, pero entró.
Comencé a moverme con suavidad presionando cada vez con más fuerza hasta que la logré meter al completo. Ella mientras le chupaba la polla a él y a mí me acariciaba los huevos y el ojete,
“Dale fuerte, fóllale con ganas a este cabrón” -me decía.
Comencé a darle con un ritmo bastante acompasado y fuerte para que la sintiese en su totalidad, como yo había sentido la de él no hacía mucho rato.
“Cuando te vayas a correr la sacas y lo haces sobre mi cara” – me dijo ella.
Cuando noté que estaba a punto, la saqué rápido, quedando mi polla ante la cara de ella.
Él se giró y se puso a mi lado masturbándonos frente a su chica, al momento comenzamos a soltar leche sobre su cara, su boca y sus manos, que se afanaban en cogerla toda, luego él se dedicó a besarla y chuparla intercambiando la leche y bebiendo los dos de aquél manjar, para ellos, el mejor manjar del mundo, según decían.
Tras darme una reconstituyente ducha, procedí a vestirme, tomé la última cerveza con ellos y abandoné la habitación sin saber sus nombres, ni de dónde eran. La verdad que lo único que me interesaba aquél día era pasarlo bien.