Dos exóticas amantes
Relato enviado por Alberto – Las Palmas
La Tailandesa se llama Thais y la jamaicana Merle. Las dos trabajan para mi padre, en el hotel de cinco estrellas que se alza frente a la playa. Yo no las conocía, pero ellas sí tenían referencia de mí, por las fotos que se encuentran en el despacho del «viejo» y por otras informaciones. Sin yo saberlo se habían puesto a mi favor.
Debo reconocer que llegué allí cargado de un gran peso: me acababa de divorciar de la mujer más bonita de la región. Una engreída que sólo pensaba en su cuerpo, en su cutis, en su peinado y en su vestuario. A la que tuve que insistir para poder joderla, ¡y eso que era mi esposa legalmente!
Como me cansé de tenerle que pedir la follada, porque yo la quería y era normal que ella me correspondiera al haberse casado conmigo, acabé por decirle que no merecía la pena seguir intentándolo. Pero no se lo conté a nadie; sólo a vosotros, las gentes de «polvazo». Todos creyeron lo peor…
La gente llegó a decir que yo era un borracho o un drogadicto, por eso Diana, la narcisista, me había dejado. En ciertos círculos se me cerraron las puertas y unos antiguos chochetes que antes se me abrían como mejillones al vapor se echaron el candado al no querer ver proyectada mi sombra en el umbral de sus dormitorios.
Afortunadamente, Thais y Merle eran de otra pasta. Sólo tenían que mirar a un macho a los ojos para saber si mentía.
Vinieron a arreglar mi apartamento, les conté parte de la verdad y ellas me desnudaron. Sus manos se hicieron de seda mientras peinaban el vello de mi cuerpo; luego, me pude joder a la tailandesa, mientras…
Podía contemplar de qué manera Merle mamaba los pezoncillos de Thais. Eran bisexuales, lo que no les restaba fuerza a la hora de entregarse a un hombre. Al contrario, me pareció que su inclinación mejoraba la calidad de sus prestaciones sexuales.
Me ofrecieron las mejores pruebas cuando pude entrar en sus chichis ajustados o elásticos según las necesidades del momento. Pero fueron ellas mismas las que me pidieron que las sodomizase. Cosa que me asombró un poco. A pesar de todo les complací.
Curiosamente, disfruté más que si estuviera siendo hospedado en sus chichis, en virtud de que disponían de unos esfínteres entrenadísimos. Jamás se perdía el contacto presionante dentro de sus rectos; al mismo tiempo, me aplicaban unos estrujones impresionantes, como un sobre ordeñamiento.
Por otro lado, se hallaban colocadas de tal manera que los zumos de sus chichis llegaban a los anos, para funcionar como unos lubricantes que permitían efectuar unas largas emboladas…
Llegué a delirar cuando me corrí por vez primera. Me estaba haciendo falta, porque llevaba tres noches sufriendo de pequeñas poluciones. Al no masturbarme, ni tener una tía al alcance de mi polla… Pero la eyaculación no me la ablandó lo suficiente.
Pude mantener la posición de la jodienda, yendo de una a otra de las exóticas amantes. Ambas seguían con sus «tortilleos»…
En otro momento, antes de casarme, no se lo hubiera consentido a unas chavalas, sin embargo, Thais y Merle eran especiales, fuera de serie. Sobre todo al beberse mi manteca tirando de la polla para que los cojones quedaran estirados, y así poder lamerlos.
Como ambas iban cargaditas de un cachondeito del bueno, se empeñaron en medirme la polla cuando me la dejaron lo más tiesa posible. Para rematar la longitud de la misma, siguieron lamiéndomela. Estuve a punto de estallar de tanto empalmamiento.
Mi estaca apenas tenía piel, ya que he echado cientos de polvos. Es magro duro, como jamón de Jabugo, de un grosor y de una longitud que a la mayoría de las tías las deja con la boquita abierta. De acuerdo, no a mi ex mujer ni a las otras que me cerraron las puertas de sus dormitorios.
Las exóticas amantes, inteligentes ellas, se empeñaron en obtener el mejor partido de mi persona.Reconozco que lo consiguieron, hasta que durante bastante tiempo fueron mis únicas amantes. Luego ambas empezaron a contar mis proezas en la cama, y las hembras acudieron en mi busca.
Me di el gran gustazo de rechazar a algunas de las que antes no habían querido saber nada de mí. Pero seguí jodiendo con las exóticas chavalas.