El pastor alemán de mamá
Relato enviado por Aries (Madrid)
He cumplido los 28 años, estoy casada, me considero una mujer normal. Mi cabello es oscuro y mido uno sesenta y cinco de estatura. Respecto a mi cuerpo, dispongo de un buen culo, de unas piernas bien torneadas y de unas tetas con el volumen adecuado.
La experiencia que os paso a contar ocurrió hace unos meses, en febrero. Hasta esta fecha yo no sabía que fuera tan calentorra y desease tanto follar. Bien por mi marido, o por mi segundo macho, creo que la culpa recae en el morbo de la experiencia que viví, debido a que despertó los hervores que estaban dormidos en mi persona.
Mi marido trabaja todo el día, por lo que llega a casa sobre las nueve de la noche. Decidí a escribir a polvazotelefonico cuando leí la historia de una señora que se dejaba follar por un perro. Debo confesaros que encontré vuestra web en el ordenador de escritorio de la casa de mamá.
Mi madre es una mujer que está muy bien para sus 46 años. Ofrece una figura esbelta, se arregla mucho y viste bastante juvenil. Es viuda desde hace dos años, recibe una buena pensión y se divierte y viaja bastante en esas excursiones que se organizan para la tercera edad.
Al año de quedar viuda, nos contó que un matrimonio le había regalado un perro pastor alemán de ocho meses. Ellos tenían otros dos; y éste no podían quedárselo en casa. Mi madre vive en un chalecito el cual dispone de un pequeño jardín y un patio interior, donde colocó al animal. Se dijo que así le haría compañía y, a la vez, guardaría la casa dado los tiempos que corren.
En mayo, mamá se fue a pasar veinte días a Canarias. Nos dejó al cuidado de su casa para recoger la correspondencia, regar las plantas y llevar la manutención y limpieza de Walky, que así se llama el perro.
Al día siguiente de la marcha de mamá, marché al chalecito. Saqué a Walky para que hiciese sus necesidades, fregué el patio y recogí la ropa de mamá para lavarla en mi casa. Por la tarde realicé la misma operación; y así dos o tres días más.
Una de las mañanas, cuando llegué allí, observé que el perro no había comido; además, le noté muy inquieto. Después de esperar a que hiciera sus necesidades, le puse la comida y ni siquiera quiso probarla. Continuaba triste, como si le faltara algo.
Pasé al salón, conecté el televisor y me senté para ver el programa. Al momento llegó el animal dando muestras de sentirse desconsolado. Le acaricié según miraba a la pequeña pantalla. Walky se tumbó en la alfombra, y yo, para seguir acariciándolo, también me senté en el suelo. Dado que dejé las piernas estiradas, la cabeza del perro quedó sobre mis muslos, ya que como llevaba una falda corta se me había subido.
De pronto, me di cuenta de que el aire que expulsaba el animal de la respiración movía los pelos de su hocico; y éstos, a la vez, rozaban mi piel. Por otra parte, ese aire caliente me llegaba a la entrepierna y me hacía sentir un cierto bienestar, algo muy agradable.
Después de un buen rato de mantener aquella posición, Walky empezó a moverse inquieto. Le hablé con palabras cariñosas, que él pareció entender. Se levantó y empezó a chuparme las manos y la cara. Le retiré; pero insistió en su forma de agradecimiento. En realidad yo estaba más pendiente de la televisión que del pobre animal.
Cuando pasaron los anuncios, le presté atención. En aquel momento me di cuenta de lo que Walky exhibía entre sus patas traseras: mantenía fuera parte de su polla. Y ésta aparecía toda colorada e hinchada. Le retiré de mi lado, con lo que le obligué a marcharse al otro extremo del salón.
Se tumbó dándose lametones en la polla. Terminé por observarle detenidamente, así pude apreciar que mientras se chupaba el nabo emitía una especie de gemidos. Entonces toda mi atención se centró en lo que el perro estaba haciendo.
Poco a poco empezó a dominarme un escalofrío, que desde el clítoris a la nuca, pasando por la columna vertebral se transformaba en unos picores localizados en lo más hondo del cono. Me resultaron tan irresistibles, que debí utilizar las dos manos para acariciarme por encima de las braguitas.
Estas las tenía húmedas y el chochó lo sentía al rojo. Seguí sobándome con más fuerza, hasta verme entregada a una formidable paja. Fue la primera que me hacía después de casada. En unos momentos llegué al final en medio de un soberbio orgasmo. Quedé totalmente deshecha, a la vez que reconocía que la experiencia me había gustado mucho. Seguidamente, me quité las braguitas que ya estaban totalmente mojadas.
Como las dejé en lo alto del sillón, Walky vino a olfatearlas. Poco tardó en chuparlas durante un buen rato. Mientras, yo seguía callada contemplando las evoluciones del animal.
Cuando se cansó, le tuve a mi lado. Empezó a lamerme las manos y la cara. Yo continuaba sentada en el sillón, con lo que Walky se puso frente a mí. Lentamente fue metiendo el hocico entre mis muslos para chupármelos al poco rato.
Dejé que siguiera, ya que me producía en todo el cuerpo una excitación jamás conocida. Llegué incluso a abrirme más de piernas. Cuando su lengua se adentró en el chocho ya no pude contenerme de satisfacción. Intenté retirar su cabeza; pero Walky una y otra vez llegaba a las profundidades de mi vagina. Ya no me quedaron fuerzas para resistirme. Me notaba loca; suspiraba y, al mismo tiempo, me quitaba la blusa acariciándome los pechos, en especial los pezones.
Hasta que coroné un orgasmo paralizador, que me dejó totalmente desmadejada, rota y con los ojos cerrados. Por unos instantes quise reponerme de una sensación tan placentera.
En el momento que recuperé las fuerzas, el pastor alemán seguía lamiendo todo el jugo que salía de mi chumino, dándome unas lengüetadas que me levantaban del sillón. Creo que su lengua me llegó hasta los esfínteres anales, proporcionándome unos cosquilleos que me alcanzaron el estómago.
Si en aquel momento mi marido hubiera estado conmigo, no habría tenido inconveniente en que me metiese la polla en el culo. Yo siempre me había negado a que me perforase con su estaca ese pasillo; mi ano se conservaba virgen.
Walky dejó de chupar y se colocó con las patas delanteras subidas en el sillón. Se le salía casi toda la verga. Era impresionante, quizá tan grande como la de mi marido, por no decir que de mayor tamaño. La tomé en mis manos, para darle unos masajes.
Recuerdo que al tocarla o presionarla, le dedicaba unas cariñosas palabras. Walky gemía de placer. Como me dediqué a masturbarle, moviendo la piel para dejar al descubierto el capullo, cuando tiraba para atrás aparecía en todo su esplendor. Vamos que le estaba poniendo a tope. Con tales acciones en una de las veces que fui más audaz, le saqué una enorme bola, parecía o se igualaba a un puño. Seguí dándole a la mano. Y en uno de estos movimientos, le obligué a soltar un chorro de semen que me llegó a las tetas, camisa y falda. Su leche estaba muy caliente y era espesa. Quedó manchado todo mi pecho.
Con la mano que había tenido en el chocho haciéndome una paja, imprimí más velocidad para provocarme con mayor rapidez el orgasmo que ya sentía en las puertas del coño. Este fabuloso desenlace me dejó desmadejada. Con la otra mano me restregué por todo el cuerpo el viscoso líquido de la corrida del pastor alemán.
Como ya era hora de recoger a los niños, fui al colé a por ellos. En cuanto llegué a casa, me di cuenta de que todavía se notaban las manchas de semen que Walky me había echado en la blusa.
Recuerdo que durante toda la noche no pude quitarme de la mente aquellas escenas del perro con la polla toda tiesa, su gran bola soltando chorros de esperma que me llenaban las tetas de un caliente líquido.
A la mañana siguiente llegué al chalecito con la ropa de mamá seca y planchada. Después de sacar al pastor alemán a que hiciera sus necesidades, me dispuse a colocar la ropa en los armarios. En uno de los rincones, tapada con unas sábanas, había una bolsa. En su interior encontré varias revistas y dos películas de vídeo sin carátula alguna.- Comprobé que las revistas eran de «Zoofilia» y de otros títulos, además de tres más con fotografías de «Animal Orgy».
Terminé de colocar la ropa y fui al salón a hojear las revistas. Las que más me interesaron fueron «Relatos Zoofilia» por su amena lectura y sus experiencias tan llenas de vida y morbo. Con la lectura mi almejita empezó a rezumar caldos y líquidos de pasión.
Las de «Animal Orgy» fueron más excitantes y calentorras, de alucine: mujeres lesbianas que terminaban liándose con perros, a los que chupaban la polla; luego, el animal las montaba para meterlas la polla por el chocho o por el ano. En otra, había una rubia gordita que follaba con un burro o se metía toda la tranca de aquel en la boca.
Bueno, yo no podía dar crédito a lo que mis ojos veían. Me notaba calentorra. Con dos dedos de mi mano derecha me hice una paja, hasta que me chorrearon los caldos por la raja mojando el ano y el sillón.
Puse una de las películas; y cuando salieron las primeras imágenes supe que se trataba de material porno. Empecé a suspirar. Precisamente, en aquel momento llegó Walky. Me observó con cara de cómplice y al momento, sin yo decirle nada, se entregó a chuparme el coño igual que lo había hecho el día anterior.
Con sus primeras lengüetadas me corrí, gracias a que su lengua me recorrió desde el culo hasta el clítoris. Llegó a tal extremo mi explosión orgásmica, que de mi chocho manó un río de flujos.
Me quité la ropa y quedé de rodillas. El perro metió el hocico entre mis piernas y yo me abracé a él. Con el roce del pelo en los pechos, especialmente en los pezones, me volví loca, como si estuviera viajando por los espacios siderales.
Cuando el perro dejó de chuparme, me senté en el suelo para ver que él tenía la mitad de la polla fuera. Comenzó a chuparse la punta. Observando cómo lo hacía, me puse a cuatro patas. Terminé por coger su verga, para empezar a lamerla igual que él lo hacía.
Le tumbé en el suelo para seguir con la mamada. Pero Walky se levantó y empezó a olisquear mi trasero, ya que en la posición que estaba lo mantenía todo en pompa. Lo lengüeteó varias veces y, al momento, se montó encima de mí, de tal manera que parecía querer sujetarme las caderas con sus patas delanteras.
Empezó a culear; y con cada golpe que me daba con la verga me hacía daño. Como me quejé se bajó pareciendo entenderme, ya que al momento volvió a montarme en aquella ocasión con más acierto. No duró mucho, ya que se salió su verga. Pero, cogiéndosela con una mano, la guié al igual que lo estaba haciendo la rubia en el vídeo que tenía puesto en el televisor.
Llevé la verga a la entrada de mi coño y en pocos segundos me entró de golpe. Contraje los músculos de los labios mayores y menores, con lo que allí quedó aprisionada la polla del animal. Este seguía penetrándome, con lo que sus pelotas me daban en los muslos. Con esta follada me transportó al infinito, sobre todo porque me había hundido el resto de la polla que faltaba.
Recibí su gran bola dura y caliente, lo que me produjo un inmenso daño. No lo pude aguantar, porque fue como si me estuviera desgarrando la vagina con la punta de su polla. Creo que con cada movimiento me rozaba el cuello de la matriz.
Sin embargo, según pasaba el tiempo, el dolor desapareció; y en su lugar, llegó un goce como nunca había disfrutado. Me sentí toda llena; y el placer cada vez era mayor.
Yo suplicaba para que Walky se corriera por no poder aguantar más la presión de su polla en mi coño. Llegué a pensar que iba a morir de placer. Mis orgasmos se continuaban, ¿o fue todo uno desde que metió su gran bola en mi coño?
En uno de aquellos tremendos golpes, un gran chorro de semen se estrelló en mi matriz. Resultó como si me hubiera enchufado con una manguera de agua a presión. Esto me causó una especie de pinchazo, como un gran dolor que, al mismo tiempo, se combinaba con inmenso placer. Así coroné un orgasmo que casi me arrastró al desmayo.
Al momento sentí otra descarga de Walky que, al igual que la anterior, me produjo otra cadena de clímax. Creo que éstos fueron más placenteros que los anteriores, ya que no me produjeron ninguna sensación de dolor. El pastor alemán quedó unos momentos quieto, montado encima de mí. Después descabalgó, para quedar totalmente inmóvil y pegado a mi cuerpo; pero, ¡oh, maravilloso animal!, seguía con la polla y con toda la gran bola metida en mi ardiente chochete.
Cada vez que se movía yo alcanzaba un nuevo orgasmo. Me encontraba con la cabeza apoyada en el borde del sillón, ya que no podía mantenerla en otra posición. Me notaba desfallecida, no sé cuántos orgasmos llegué a gozar; pero el animal, contando la primera, había tenido tres corridas. Un excepcional recorrido para mí. No sé cuanta leche tenía en el chocho. Sólo sé que parte me bajaba por las piernas, además, en la alfombra había una mancha bastante grande.
La polla del animal empezó a disminuir y pasados unos minutos, se salió de mi coño. Walky empezó a lamer mis caldos y su semen, después, siguió con su polla. Y claro que aquello no estaba bien, si él me había limpiado a mí yo tenía que corresponderle. Por último, le dejé la polla reluciente.
Más tarde ésta empezó a desaparecer dentro de su funda. Mientras, se había terminado la película de vídeo. Yo calculo que estuvimos follando por espacio de hora y media. Me costó levantarme. Cuando conseguí hacerlo, me puse la falda, las medias y la blusa. Tenía que ir a comprar la comida y después, por la tarde, seguir viendo las revistas de zoofilia.
Para ir al mercado sólo me puse la falda, las medias y el chaquetón de piel. Me apetecía el morbo de salir a la calle sin bragas, sin camisa y sin sujetador. Terminé la compra y volví al chalecito de mamá. Estaba contenta, eufórica.
Para Walky llevé leche y unos huevos, con el fin de que se repusiera de la maravillosa follada con que me había regalado. Cuanto más lo pensaba más convencida estaba de que mamá y el pastor alemán follaban para darse placer mutuamente, ya que varios detalles que antes parecían tontos y sin importancia en aquel momento tenían una rotunda explicación.
Después de reponer fuerzas, preparé un buen cubata y me senté en el salón para ver la otra película de zoofilia. Me hallaba totalmente desnuda. Pronto comencé a jugar con Walky revoleándonos en la alfombra. Durante la tarde, follamos en tres ocasiones más. Cuando a él le apetecía, me metía el hocico entre las piernas para dar comienzo así la siguiente follada.
Debo reconocer que yo necesitaba poca preparación. Mantenía el coño con verdaderas ganas de ser ensartado de nuevo por aquel macho incansable y maravilloso. Me chupaba por todas partes con su lengua larga y caliente, acaso sabiendo que era la manera de llevarme a la posición de cabalgada.
Cada una de las tres folladas fue distinta en intensidad, ya que el pobre animal se mostraba más agotado, como si se le acabara el depósito de semen. Tardaba más y más en correrse. Esto no supuso ningún obstáculo para que yo llegase al orgasmo. El más impresionante fue el primero dada su duración. No sé, quizá fueron dos minutos.
La experiencia debo considerarla la más maravillosa que recuerdo haber gozado en toda mi vida. Ni siquiera lo superaba el primer orgasmo con mi marido.
En la actualidad tengo algunas dudas. Lo que sí sé es que al menos seguiré con Walky hasta que mamá regrese del viaje; luego, ya veremos. Tengo la intención de contarle esta experiencia a mi marido, no sé cómo pero lo intentaré. Deseo que él sea partícipe de estas folladas, para que disfrute de la morbosa sensación de ver a su mujer siendo penetrada por un perro; o con varios hombres, al mismo tiempo, tapándome todos los agujeros de mi cuerpo.
Ultimamente, mi marido me folla por el ano. Además, le mamo la polla sin importarme tragar su semen, que me sabe a gloria. Antes no se lo consentía, ni siquiera le dejaba que se corriera en mi cara o en mis tetas, ya que pensaba que era una guarrada. Ahora opino todo lo contrario.
Mi marido me dice que le gustaría verme liada con otra mujer en un buen bollo, para intervenir al final después de haber visto todo el espectáculo. En el fondo de mi mente la idea no me desagrada. Ya tengo varias candidatas entre mis amistades, compañeras de trabajo y vecinas.
Cuando disponga de alguna experiencia más que contaros, prometo escribirlas para que la publiquéis la biblioteca de relatos de relatos eróticos de polvazotelefonico.com.