Intercambio de Pareja
Relato Real enviado por Lourdes, Barcelona
Cuando empezamos por primera vez nuestro intercambio de pareja, gocé de manera extraordinaria. Pero los celos que sintió mi marido limitan volver a locales de intercambio y cualquier otra situación que nos pueda llevar a la repetición de estas experiencias liberales.
Soy una mujer de treinta y seis años y mi marido tiene la misma edad que yo. Llevamos quince años de casados, por lo que como es de imaginar ya hemos pasado por toda clase de problemas cotidianos: hogar, niños, enfermedades, aprietos económicos, en fin las cosas que les ocurre a la mayoría de las parejas liberales o tradicionales.
A pesar de que en general, las situaciones molestas suelen irritar y poner de malhumor, siempre hemos tratado de reaccionar como seres racionales y poner en su momento justo, el silencio oportuno para que las cosas no vayan más allá. Al haber mantenido esta manera sana de comportamiento, nunca tuvimos un altercado digno de mención y se puede decir, sin temor a equivocarme, que hemos constituido un matrimonio feliz.
Sin embargo, en el último tiempo han empezado a surgir dificultades de pareja, que me gustaría relataros ya que tal vez, otras personas viven problemas semejantes y la lectura de este testimonio no los hace sentir únicos con su complicación.
Enrique, mi marido, es muy varonil. Su estatura es más bien baja, pero su complexión y personalidad es capaz de enamorar a cualquiera. Nosotros nos conocimos a los dieciséis años, edad que creo que no se entiende nada de nada. Al menos en mi caso personal, el verdadero amor surgió muchos años después y como consecuencia de la convivencia e incluso, si se quiere, de la rutina diaria.
Y si digo que el amor se despertó en mi muchos años después de nuestro noviazgo adolescente, el deseo sexual apareció más tarde todavía.
En este aspecto, siempre fue Enrique el que llevó la voz cantante ya que su naturaleza es apasionada y fogosa. Por mi parte, me he dejado llevar y de vez en cuando, se fue produciendo alguna novedad en la cama.
Tanto a mi marido como a mí siempre nos gustaron las emociones fuertes. Me refiero a los temas de los libros que leemos o de las películas que vemos. Soy consciente de que el suspense, el terror y desde luego toda esa clase de géneros literarios o cinematográficos despiertan en mi cierto “morbo” que me llena de placer. Movidos por estas emociones, hace catorce meses respondimos a un anuncio de intercambio de pareja.
Durante mucho tiempo no llamó nadie. A pesar de que seguíamos comprando la revista de intercambios de pareja a la que habíamos escrito, ya nos habíamos olvidado del asunto. Pero, como os digo, después de mucho tiempo, llamó Lorenzo, no sé por qué razón nos costó mucho acordar el día y el lugar del encuentro.
Tanto ellos como nosotros dimos muchas vueltas hasta que por fin nos pusimos de acuerdo en nuestro deseado intercambio de pareja.
La noche señalada nos encontramos para tomar una copa en un club liberal, para conocernos y si todo funcionaba bien, seguiríamos la juerga en nuestra casa y si no, ya lo dejaríamos para otra oportunidad.
Así fue como Enrique se encontró con una mujer-mujer, quiero decir sexy, guapa, alegre, dicharachera. En cuanto a Lorenzo, no puedo decir que de entrada, sentí ganas de acostarme con él porque estaba muy nerviosa pero desde luego su tipo físico y su personalidad me cayeron muy bien.
Primero hablamos un poco de todo en general y luego cuando estábamos como con más confianza, Lorenzo nos advirtió que para hacer esto del intercambio de pareja hay que dejar a un lado los celos y toda esa clase de sentimientos posesivos.
Es preciso dedicarse a gozar, sin importar con quien lo hace el compañero. Después de esta charla introductoria sobre intercambios de parejas, con aires de seriedad, retomamos el ambiente cachondo, gracias a Elvira, la mujer de Lorenzo que propuso la última ronda en el club liberal para largarnos a casa.
Al llegar a nuestro piso, no encendimos todas las luces, dejamos tan sólo las más tenues y pusimos música. Algo más de bebida ayudó bastante y pronto nos hallamos bailando.
El próximo paso fue el desnudarnos. Cuando ya nos encontrábamos los cuatro despelotados, todo resultó más fácil. Lorenzo, que ya me había besado mientras bailábamos, empezó a meter mano de lo más descaradamente. A mi no me molestó en absoluto y me puso con un grado de cachondez tan grande que si él no me hubiera metido su polla enseguida, se lo habría pedido.
Un instante antes de que las cosas se pusieran al rojo vivo, con Lorenzo, había mirado a mi marido que estaba a punto de trincarse a Elvira en el sofá de la sala.
Pensé que debía aprovechar el momento y no me preocupé más por él, me dejé llevar por el placer que este hombre tan calentorro me proporcionaba. Cuando su semen regó mi sexo, no puedo decir que tuve el mayor orgasmo de mi vida ya que todavía había en mi cierto pudor, pero desde luego que gocé mucho.
Descansamos un rato y serví champagne que habíamos dejado en la nevera por si el intercambio se consumaba, tal como lo habíamos planeado. Al acabarse esa primera botella, Elvira se acercó a mi y me empezó a chupar los pezones. Esto me enardeció, mi marido jamás me había succionado los pechos con tal maestría y yo no tenía otra experiencia sexual en mi haber. Esto del lesbianismo, me encantó y nunca me podría haber imaginado que se pasara tan bien con una tía.
No obstante, no pudimos gozar mucho rato, porque los hombres nos arrancaron a una de otra y nos follaron con desesperación.
A esa altura de la noche, la piel de Lorenzo que al principio me había resultado totalmente extraña, se había transformado en familiar.
Me gustaba su manera de besar, de mordisquear, de meter su miembro en mi coño, en fin, que sexualmente el tío estaba buenísmo. Claro que sexualmente, ya que no me enamoré de él ni nada por el estilo. Me gustaba para pasar un buen rato y nada más.
Cuando se marcharon, recibí el esperma de mi marido que al verme en brazos de otro, se había excitado mucho y estaba deseando que se fueran para poseerme a solas. Esto me lo dijo al día siguiente, junto con la confesión de que había sentido celos.
A mi se me vino el mundo abajo ya que para mí todo había sido estupendo, sencillamente porque me gustó y despertó en mi a otra mujer llena de vida y de sensualidad.
Hemos hecho intercambio de pareja varias veces más aunque no tantas como yo hubiese querido. Además mi deseo hubiera sido conocer a otras parejas y agrandar el grupo.
Pero Enrique está cada vez más celoso. Acepta estas reuniones con desgana y hace todo lo posible para que las cosas salgan mal.
Últimamente me ha dicho que no le apetece verse más con estas personas. Me pregunto si al fin y al cabo lo que está buscando no es ser un vulgar cornudo a quien se le oculta todo. Para mí es muy importante poder gozar sin que él esté ajeno a mi placer pero evidentemente él no tolera esta situación y no sé cuánto tiempo más podré aguantar así.