Sexo en la casa de campo
Relato Real enviado por Olalla – La Coruña
SOY UNA MUJER, AL CONTRARIO DE LO QUE SE PUEDA PENSAR, BASTANTE NORMAL, PERO AQUEL DÍA FUE ESPECIAL. OS CUENTO:
El día anterior buscamos una canguro para los niños y una casa de campo para disfrutar nosotros, de una buena follada donde el gemido y el contenido de nuestras conversaciones calientes no fueran escuchadas por nadie. Dejamos todos los cabos atados y nos pusimos en marcha.
Me vestí con una falda color burdeos, bastante estrechita y muy corta, dejaba ver sólo lo suficiente. Mis pechos se transparentaban a través de una blusa de seda, me puse zapatos de tacón y me maquillé para la ocasión. Aún no me había despedido de los niños y de la canguro, así que me puse un vestido por encima del que os he contado para no levantar ningún tipo de sospecha. No quería que nadie supiera el juego que entre manos me traía.
Nos subimos en el coche para ir a la casa de campo, por el camino me quité el vestido que llevaba encima y me quedé como si fuera una verdadera puta que hubieran recogido en la carretera.
Mi pequeña falda dejaba ver mis muslos con el consiguiente calentón de mi pareja. Lo hice para que mi pareja me los acariciara pasando a un estado de excitación máxima. Su polla quería salirse del pantalón y mi chocho manaba jugos a raudales. Me había convertido en pocos minutos en una verdadera zorra que lo único que la preocupaba era dar y recibir placer.
Le pregunté: ¿te gusta lo que estas viendo?
— ¡Claro, no me va a gustar! ¡Mira mi pantalón a punto de estallar!.
Sin pensármelo le bajé la cremallera y su miembro, todo erecto, salió de su cueva queriendo experimentar un placer infinito.
El morbo de ir por una carretera comiéndole la polla me puso el chocho tan húmedo que tuvo que parar el coche y meter su cabeza entre mis piernas para saborear mis mieles. Y bien saboreado me lo dejó el condenado, pues estaba disfrutando de lo lindo. Menudo gusto me estaba dando, me estaba llevando al séptimo cielo.
¡Qué maravilla! Me corrí en su boca al igual que él hizo lo mismo en la mía, llenándome de su maravillosa leche.
Cuando llegamos a la habitación, mi calentura todavía duraba, me subí en una mesa y me abrí bien de piernas para que mi hombre me viera en todo mi esplendor y empezara a comerme otra vez el coño. El grado de excitación al que llegamos fue tal que los orgasmos se sucedían uno detrás de otro. Llegué a mearme del gusto que me dio el orgasmo que estaba experimentando.
Luego, mientras preparaba algo de beber y de comer, yo seguía mi juego: me bañé y volví a vestirme con un pantalón vaquero que, de lo ajustado que estaba, se marcaba toda la silueta de mi chocho por delante y mis glúteos por detrás, un top y unas botas altas de cuero negro. Me maquillé y me recogí el pelo. El efecto fue inmediato, su cara no podía disimular el deseo que sentía viéndome tan arrebatadoramente sexy.
¡Joder cari, estás de muerte! ¡Me estás volviendo loco, loco, locoo!.
Yo estaba de acuerdo con él, ese era mi propósito aunque si él no podía ocultar su deseo, yo no me quedaba atrás, cada vez estaba más y más excitada al saberme tan sumamente deseada. Se fueron a la porra los miles de complejos.
Muy despacio fui quitándome la ropa, su polla estaba tiesa y reclamando mi coño. Me coloqué encima de él y empecé a metérmela muy suavemente, los labios de mi chocho se movía tan despacio que el placer que le estaba dando se parecía al que le daba con los labios de mi boca.
Gemía de placer: era la primera vez que escuchaba a mi hombre gritar y gemir de gusto sin temor a ser escuchado. Mi fantasía sexual se estaba llevando a cabo a todos los niveles y en todos los planos. Sólo quería disfrutar al máximo.
Completamos nuestro día follando de distintas posturas y por toda la casa. Al final le saqué nueve polvos y yo perdí la cuenta de las veces que me corrí.
En su rostro podía leer que sólo existía una mujer, yo, que me amaba, que me deseaba y no había nada más.
En cuanto a lo que yo sentí es imposible de narrar: amor, deseo, unas ganas locas de que me acariciase, me besase y me follara. Lo deseaba con toda mi alma por ello me prestaba a aquel juego para ser su puta, lo que hiciera falta para seguir queriéndonos, amándonos y deseándonos.