Un reportaje divino

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Relato enviado por Carma (Barcelona)

En Barcelona existen muchos lugares divertidos. Las proximidades del Nou Camp, por ejemplo. Mi marido es periodista en un diario de la ciudad. Y el otro día vino dispuesto a escribir un artículo sobre las chicas transexuales de este barrio. Es algo conocido; pero todos los años en cuanto llega la primavera se vuelven noticia.

Como entonces me encontraba de vacaciones y rara vez tengo ocasión de acompañarle mientras realiza algún reportaje, me propuso que estuviera a su lado en éste. La verdad es que sentía mucha curiosidad; y hasta me excitaba. Toda clase de historias se oían sobre este lugar y creí contar con un medio para «recuperar» a mi marido. Desde hacía algún tiempo mostraba una clara tendencia a distanciarse de mí debido a su trabajo.

Nos embarcamos a bordo de una furgoneta con cristales ahumados, detrás de los cuales esperábamos tomar algunas fotografías. Maquinalmente me vestí para la ocasión. No me puse bragas ni sujetador, por lo que llevaba el culo y las tetas desnudas bajo la falda y la camisa.

Dimos algunas vueltas sin localizar nada interesante, salvo algún grupo de chicas casi desnudas que incitaban a los automovilistas. La cosa resultaba excitante y a la vez, aburrida.

Noté que Pascual se sentía turbado por mi presencia; sin atreverse a ir tan lejos como hubiera hecho sin tenerme a su lado. Con esta idea me decidí y le propuse arriesgar más en nuestro cometido. Cuando pasamos con la furgoneta por tercera vez delante de una chica, la cual noté que le gustaba, le propuse lo siguiente:

– Da una nueva pasada ante ella e invítala. Yo sacaré las fotos.

Durante un instante lo dudó, entonces, introduje mi mano entre sus muslos y le toqué la verga ya dura. Al momento, me pasé al asiento posterior trasero. Mi marido dio media vuelta para colocarse delante de la chica.

Poco más tarde, a través de la luna oscura que me separaba de mi marido, vi a la chica entrar y acomodarse en el asiento delantero. Abrió la puerta e indicó a Pascual el camino a seguir. Yo tuve la impresión de hallarme en medio de los dos.

Ella llevaba medias y me pareció que estaba desnuda bajo un ligero abrigo. Hacía mucho calor, yo sudaba sin saber si era debido a la polla de mi marido. La furgoneta se detuvo en un sitio tranquilo.

– Son 30 cariño; y 35 si tú me tocas a mí…

Pascual le entregó un billete de 50, que la puta se guardó con rapidez en su bolso; mientras tanto, yo había colocado la oreja apoyada en el cristal intentando escuchar. Vi cómo mi marido levantaba un poco el trasero, se desabotonaba el pantalón y se sacaba la polla. La chica le masturbó durante un instante.

Mientras, yo casi no podía sacar las fotos de tan excitada como me encontraba. Pascual se dejaba hacer. De repente, vi su polla desaparecer entre unos labios carnosos y rojos. Le escuché a él gemir… ¡Cuándo yo estaba chorreando!

Al mismo tiempo que ella seguía chupándole no dejaba de masturbarle. Era una verdadera profesional. Iba y venía sobre el bastón sin respirar. Mi marido empezó, aprovechando que había pagado la tarifa más alta, con sus manos a buscar las tetas de la chica bajo el abrigo. Las llevaba aprisionadas con un sujetador de fantasía.

Adiviné que Pascual las iba a gozar, ya que le encanta sobármelas a mí. Le vi incorporarse lo imprescindible y con su diestra buscó más abajo. Se deslizó sobre el vientre y se perdió entre los muslos de la puta. Al momento, le escuché jadear:

– ¡Sí, adelante, chúpame… hazme gozar, tía..!

Y estas palabras se transformaron en un grito que yo conocía muy bien. Supe que estaba consiguiendo un orgasmo, inundando la garganta de la chica.

Pero como su placer me sorprendió tanto, no tuve tiempo de tomar las fotos.

La chica le limpió con un pañuelo de papel y salió a esperar otro cliente. Pascual arrancó la furgoneta para detenerse unos doscientos metros más allá. Pronto escuché abrir la puerta y cerrarse. Los dos estábamos pensando en lo mismo.

Me dominaban unas ganas tremendas de que me poseyera. La bragueta de su pantalón aún estaba abierta. Me senté a su lado y con la mano derecha descubrió mi coño desnudo bajo la falda. La sorpresa le hizo ponerse tenso. Si quiero tenerle tenso dentro de mí, siempre debo excitarle ya que de él no sale la iniciativa. Le cogí la polla medio blanda.

– Te la ha chupado bien ¿eh?

¿Crees que ella me ha superado, Pascual? Pon tu diestra debajo y verás cómo mojo. ¡Anímate y poséeme! ¡Tengo ganas de que me enfiles… Demuéstrame que esa chica no te ha vaciado del todo!

Recuperó completamente su forma. Violentamente descubrió mis tetas y las agarró con sus dos manos. Estaba como loco. Me subí la falda sobre las caderas para poder abrirme lo más posible. Su polla se introdujo en mis carnes. La recibí con un suspiro. Me hallaba tan abierta y apenas le noté hasta que él acalló sus gritos en mi cuello. Jamás le había visto de aquella manera.

Los golpes de sus riñones resultaron demasiado fuertes, con lo que consiguió que mi cabeza se estrellara contra una de las paredes de la furgoneta. Sentí que me iba a correr en seguida y no quería que tal cosa sucediera para que la diversión siguiera y no se acabara nunca.

Pascual temblaba. Recogí las piernas y levanté los riñones para recibirle mejor. Me penetró con ganas, aunque sólo estuviera pensando en su propio placer; sin embargo, yo estaban tan excitada que mi orgasmo no tardó en llegar. Casi con la explosión de mi coño encima, le agarré por los pelos y sentí un repentino deseo de hablarle de la chica que le había estado chupando la polla:

¿Ella se mojaba como yo, Pascual?

Mi pregunta hizo furor en su ánimo. Empezó a templar de ardor. Al fin me corrí y, de repente, le escuché gritar:

¡Era un travesti, un pedazo de travelo!

Al mismo tiempo se enderezó para eyacular sobre mí. Entonces recordé la boca de la puta sobre la polla de mi marido y cómo éste le había introducido la mano entre los muslos. En aquel momento yo era presa de unos fuertes espasmos; y volví a correrme. Cuando Pascual se retiró, nos quedamos quietos, vacíos…

Volvimos a sentarnos en la parte delantera de la furgoneta. No hablamos y supongo que los dos pensamos en lo mismo. Dimos todavía alguna vuelta. De nuevo introduje mi mano en su pantalón, acariciándole la polla. Notaba aún mis muslos mojados, porque no había perdido las ganas de continuar. Quise que él me mirara mientras yo me masturbaba. El recuerdo de aquel travesti me excitaba. Me notaba deseosa de acariciarle las tetas, de descubrir su polla recogida en una braga de mujer. Sentía deseos de cogérsela entre mis dedos, de chupársela, de tragármela entera.

– ¿Quieres que pasemos de nuevo? – Me preguntó Pascual.

No le contesté. Prefería bajarme sola; pero cómo explicárselo…

– Nos cambiaremos las camisas y te harás pasar por mí.

Yo era incapaz de controlar mi excitación. Pascual era maravilloso con su forma de complacer mis necesidades. Me dejó al volante y pasó a la parte trasera de la furgoneta. Mientras conducía, sentía que todo mi cuerpo templaba. También me puse sus vaqueros. Por fortuna teníamos el pelo igual de corto.

Cuando encontramos de nuevo el sitio, vimos a la chica subir a otro coche. La seguimos discretamente. Eligió el mismo camino que antes. El hombre que conducía era muy joven. Se paró. La puta desapareció bajo el volante. La cara del joven se deformó por el placer. De repente, la puta reapareció, abrió la puerta y salió. La llamé con los faros. Reconoció la furgoneta y vino hasta mí.

– ¿Te ha gustado, cariño?

Le dije que sí con la cabeza. Ella quiso cogerme el coño con la mano y le detuve. Enseguida le señalé el suyo. Lo descubrió. Tenía una polla fabulosa. En tres movimientos se la puse dura. Se detuvo.

– Si me la quieres chupar son 60.

Saqué dos billetes de 50 y me arrodillé temblorosa. Cogí la polla entre mis manos y la lamí suavemente. Mis labios se cerraron sobre el glande y me la fui tragando dulcemente. El travesti empezó a contorsionarse. Le apoyé contra un árbol en medio de la oscuridad. Pensé en Pascual haciendo las fotos; mientras, había llevado a aquel personaje al borde del orgasmo.

Repentinamente se tomó el relevo. Me quitó los pantalones y los dejó caer a mis pies. Me di la vuelta lo más rápido que pude para que no descubriera mi coño. Sus manos se deslizaron sobre mi vientre; las aprisioné como pude. Sentí su polla tocando mi culo y la puso justo en medio de mis glúteos. Mi agujero culero se abrió…

Era un poco gorda para mí, hablando como a un hombre. No tardé en sentir un intenso orgasmo; al mismo tiempo, mi culo quedó inundado de leche. Después de todo lo hemos repetido varias veces. Sobre el reportaje periodístico, Pascual prefirió decir en la redacción que había estado enfermo. Le encargaron otro.

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