En pareja se goza mejor
Relato enviado por Mariano (La Coruña)
Me he decidido a contar nuestro caso porque creo que puede servir de ejemplo a otras muchas parejas que, como nos ocurría a nosotros, han entrado en esa fase de monotonía sexual a la que muchas veces lleva el matrimonio.
Deseo dejar claro que desde que nos casamos hemos mantenido toda una vida sexual satisfactoria. Mi mujer es guapísima y muy complaciente a la hora de joder. Y en lo que se refiere a mí, siempre he procurado estar atento a cada uno sus deseos carnales.
Aún así, hace unos meses, se produjo entre ambos una especie de rutina de la que no podíamos salir. Nos parecía que ya lo habíamos probado todo en materia de posturas y juegos, por lo que nada podía venir a damos un aire renovador a nuestra pareja.
El cambio de rumbo que deseo relatar, no lo buscamos de una forma muy consciente, más bien creo que fue producto de la casualidad.
Era, lo continúa siendo, nuestra costumbre cenar de vez en cuando con matrimonios amigos. En estas cenas solíamos beber tal vez un poco de más, poniéndonos alegres y bromistas; pero nunca había pasado nada fuera de lo común. Comíamos, bebíamos, charlábamos y, a veces, bailábamos; pero siempre dentro de un marco, llamémosle formal.
Una noche, invitamos a Elena y a Vicente, antiguos amigos nuestros, y mantuvimos una cena alegre. Cuando llegaron los postres, el café y los licores empezaron a causar sus efectos. Mi amigo propuso que jugáramos a las cartas. Todos habíamos bebido bastante y el ambiente resultaba especialmente cachondo.
Unos a otros nos gastábamos bromas nada ingenuas y las festejábamos sin problema alguno.
Supongo que debido a este aire risueño que se respiraba, no nos causó mucho asombro la explicación que Vicente dio del juego.
Cada uno iría robando cartas de un pozo común y cada vez que se sacara un rey, se tendría que quitar una prenda. Todos preguntamos cuál sería esa prenda, y la respuesta fue que quitarse algún elemento del vestuario.
Las mujeres cobraron cierta sobriedad y estuvieron a punto de negarse; pero rápidamente las convencimos e iniciamos el juego.
Fue mi esposa la primera que sacó un rey; y tal como lo había explicado Vicente, le correspondía a él estipular qué prenda debía quitarse, ya que era el jugador que se hallaba a la izquierda de mi mujer.
Le pidió entonces que se despojara de los pantalones, y ella se acaloró un poco. Pero acabó actuando con naturalidad al cumplir con lo solicitado.
Después le tocó el turno a mi amigo; y fui yo quien le dijo que se quitara la camisa. Luego me pidieron a mí que me desprendiera de los pantalones; y, más tarde, fue Elena la que debió deshacerse de la chaqueta.
Seguimos con el juego; y fue a mi mujer a quien le tocó mostrar primero una parte íntima, ya que hallándose con sus braguitas y su sujetador, le salió un rey y mi amigo le pidió que se quitara el sostén.
Ella dudó, e incluso dijo que ya estaba bien y que podíamos dejar el juego ahí, pero, ante la insistencia de todos nosotros, aceptó la broma y enseñó sus maravillosas tetitas.
No es que sea celoso; pero no pude evitar darme cuenta de la ardiente mirada que mi amigo lanzaba hacia aquellos pezones grandes y perfectos.
Resultaba evidente el hecho de que sentía un poderoso deseo ante mi esposa; pero nada podía decir yo, puesto que hasta aquel momento no había hecho cosa cosa que mirar exhaustivamente a Elena cada vez que se desprendía de algo que le cubría.
Llegó un momento en que ya ninguno tenía nada por quitarse, pues estábamos completamente en cueros. Se planteó entonces cómo seguir el juego, y acordamos en que los dos próximos jugadores que les saliera un rey deberían bailar juntos.
A Elena y a mí nos tocó unirnos en el baile, y mi amigo y mi mujer nos siguieron dejando las cartas a un lado.
En un principio, el baile de cada pareja fue un tanto tímido, sin demasiadas aproximaciones, pero, pasados tres o cuatro temas, las inhibiciones y prejuicios que aún nos podían quedar se disiparon.
Al abrazar estrechamente a Elena, pude notar lo caliente que tenía el chochito y cómo toda ella palpitaba al dejarse acariciar por mí. Poco a poco se fue pegando cada vez más. Llegó un momento en que olvidamos el ritmo de la música y nos dedicamos a besarnos sin tapujos.
Es verdad, ya hacía bastante rato que yo deseaba dejar de bailar y entregarme a Elena sin límite alguno, pero temía la reacción de mi mujer. Ella siempre había sido muy cachonda conmigo; pero bastante discreta ante los halagos de cualquier hombre.
Aquella noche había resultado la más tímida, razón por la cuál yo me encontraba un tanto contenido.
Pero mi sorpresa fue enorme cuando, antes de que yo me lanzara desenfadadamente a besar a Elena, mi esposa ya estaba tendida sobre mi amigo, en medio de un desmadre de caricias y besos.
Obviamente, su actitud puso vía libre a mi deseo y, por lo tanto, me dediqué a dar rienda suelta a mi excitación. Ya no había ningún freno que me retuviese, y Elena me lo agradeció con su cuerpo, que pedía guerra a gritos.
Mientras la besaba con desesperación, mis manos recorrían toda su piel; y cuando llegué a su chochito, lo hallé completamente húmedo. No pude aguantar más y, sin pensármelo, la tumbé en la alfombra y la penetré lleno de placer.
En medio del gusto que me daba poseer a aquella amiga guapísima, levanté la vista y vi que mi mujer no hacía nada diferente a lo que yo estaba llevando a cabo. Continué con lo mío y cuando el orgasmo nos sobrevino a los dos, deshicimos el abrazo con lentitud y mucho gozo.
La experiencia había funcionado a las mil maravillas. En el momento que ambas parejas nos repusimos, nos juntamos a beber algo refrescante y a bromear un rato. Los cuatro lo acabábamos de pasar estupendamente, y no tardó mucho tiempo hasta que volvimos a joder en un desenfrenado intercambio de parejas.
Hemos repetido este tipo de cena con juegos con Elena y Vicente, pero también con otros amigos. Nuestra sexualidad se ha revitalizado y nos hallamos fuera de toda rutina.
Quizá ésta sea una de las causas por las que llamamos a la linea erotica de polvazo telefonico, que nos sirven en muchos casos como un manual de Sexología y para otras cosas más.
¡¡GRACIAS!!