Fruto del Intercambio

fruto del intercambio de pareja

Relato enviado por Gustavo (Almería)

Tengo treinta y dos años y hace cinco que estoy casado con Magda, una hermosa mujer que en la actualidad ha cumplido veintiocho años. No tuvimos hijos; pero no porque no nos cuidáramos al respecto, ya que mi mujer no tomó jamás pastillas, ni yo he usado condones, ni he hecho lo que vulgarmente se conoce como «tirarse en marcha».

Estaba claro que no teníamos hijos por la esterilidad de uno de los dos, pero no fuimos a especialista alguno a averiguar cuál no podía fecundar.

La verdad es que nos queremos mucho y en la cama nos llevamos fantástico, por lo que no nos interesó saber quién era el culpable de la falta de hijos en nuestro hogar. Acaso por cobardía.

Precisamente esa falta, que a otras personas vuelve agrias, a nosotros nos incrementó el deseo sexual y la vida cachonda. Entre los dos pasó de todo y cada novedad que leíamos o veíamos en internet, revistas, películas y vídeos, las poníamos inmediatamente en práctica. No obstante, hasta hace poco no habíamos mantenido relaciones de grupo ni con un tercero.

Lo que ocurrió es que hace unos meses, caímos en una cierta monotonía a la que tanto ella como yo detestamos de entrada. Empezamos a sentir como una rutina en la manera de follar e incluso en las novedades.

Yo no dejé que esto, se adueñara de nuestra pareja y rápidamente me puse a leer anuncios en internet, en los que las parejas buscaban a otras parejas para gozar sexualmente. Pensé que sería la mejor manera de encontrar un aliciente a nuestra vida íntima, ya que de esa forma al ser los dos actuantes no habría engaño.

En fin, todos mis razonamientos los debí explicitar una y otra vez ante Magda, quien se oponía ferozmente al intercambio de parejas. Ella no había tenido relaciones con otros hombres, ya que yo mismo la había desvirgado. No perdí el ánimo. Soy bastante cabezota.

Jamás puse en duda su fidelidad en nuestro matrimonio. Me dediqué a leerle todos los anuncios que encontraba al respecto, al mismo tiempo que le hablaba de las delicias del sexo en grupo y sus ventajas. Ella se oponía por razones morales y religiosas, pero tanto insistí, que lo logré. Una de las cosas que le había recalcado era que lo probaríamos una vez y si no funcionaba, no lo repetiríamos.

Como os digo, después de la insistencia machacona, logré que aceptase mi idea. Con su colaboración, escogimos anuncios a los que escribimos. De toda la gran cantidad de correos que recibimos en respuesta, elegimos a una pareja que casi tenía nuestra edad y que, además, nos pareció que presentaba varias características similares a las nuestras.

Acordamos que nos veríamos en una discoteca. Y el día y hora convenidos nos dirigimos allí, la sorpresa fue grande, al ver que no eran un hombre y una mujer los que nos esperaban, sino dos parejas. En suma, cuatro cachondones con experiencias de intercambio, dispuestos a gozar de una nueva aventura.

Tanto mi mujer como yo estábamos muy nerviosos, a pesar de ello, creo que no hicimos mal papel. Pronto fuimos a bailar y pude ver que, aunque con discreción, nuestros nuevos amigos metían mano.

Magda estaba sofocada pero seguía bailando sin oponer resistencia. Yo tuve oportunidad de estrujar en mis brazos a las dos mujeres y desde luego, no fue para nada una experiencia desagradable. Una de ellas era más bien tímida; pero muy seductora.

La otra, todo lo contrario: descarada y simpática fue muy lejos, pues poco le faltó para que me abriera la cremallera allí mismo.

Dado que nuestro primer encuentro había resultado excelente, quedamos en encontrarnos al día siguiente en la casa de una de las parejas. Entonces sí consumaríamos el famoso intercambio, que en la discoteca solo había sucedido a nivel de baile.

Lo primero que hicimos fue ver revistas y vídeos pornográficos en internet, los cuales pusieron el ambiente en su punto justo. Un poco de cava sirvió para caldear la situación, por lo que el próximo paso fue ponernos en pelotas. Si Magda había gustado vestida, al desnudarse causó sensación entre los hombres. Las mujeres creo que se debieron sentir un poco celosillas y la verdad es que no es para menos, ya que mi esposa resulta una hembra exuberante.

En cuanto a los hombres, la situación fue problemática debido a que como sabían que mi esposa era “virgen” en estas cuestiones, los dos quisieron trincársela. Tal era la insistencia de cada uno, que para no complicar las cosas lo echaron a suerte.

Emilio la poseyó en primer lugar. Su polla entró con furia y aunque yo estaba con una mujer de lo más seductora y activa, no podía concentrarme en lo mío y no dejaba de mirar. Dando señales de unos celos que nunca pensé que iba a sentir.

Cuando mi esposa recibió el primer polvo de la noche, Paco, que sólo se había quedado besando y acariciando a la otra mujer, se lanzó sobre Magda como si hubiera querido reservar el máximo de su virilidad para ésta.

Ella se hallaba de lo más cachonda y en ningún momento se detuvo a mirar qué hacía yo. En cambio, a mí  me pasaba lo contrario, no podía evitar seguir movimiento a movimiento lo que le hacían y sus reacciones.

Mi preocupación por ella era tan grande, que a pesar de la lujuriosa hembra que tenía a mi lado, no había manera de que se me empalmara la polla. Tal fue así que las eyaculaciones que obtuve, sólo las conseguí mediante las pacientes mamadas de las otras mujeres. Mi falta de erección prosiguió a pesar de que pronto tuve a las dos mujeres para mí, ya que los hombres se dedicaron a follar a mi esposa de todas las maneras posibles.

En un momento, vi cómo Paco la penetraba por el culo mientras que Emilio lo hacía por delante. Bien ensamblada la mantenían en todo momento.

Aquella juerga terminó con una gran follada entre ellos tres, pero con una vergonzosa impotencia por mi parte. Añado la insatisfacción de las otras dos mujeres, que terminaron por dedicarse una “tortilla” sáfica.

Al regresar a casa, Magda no dejó de hablar de lo bien que lo había pasado pero yo no le podía decir lo mismo. Para mí había sido una experiencia horrorosa, única en mi vida, ya que era la primera vez que me sucedía algo semejante. Lamentable.

No obstante, sin necesidad de dar explicaciones, mi esposa me dio la razón cuando le dije que prefería no repetir el encuentro con esas parejas. Pero en esto no quedó todo ¡ni mucho menos!

Al poco tiempo mi mujer quedó en estado. Fuimos al especialista y comprobamos que yo era estéril. Al haber tenido relaciones con otros hombres, sin haber usado ningún anticonceptivo, no hubo problema alguno para que se quedara embarazada.

Desde luego que no sabemos cuál de los dos es el padre de la criatura pero tampoco nos interesa averiguarlo. Recibiremos a este hijo como si fuera nuestro. Y mantendremos el secreto para que nunca se revele la verdad.

El hecho de contároslo a vosotros, los colegas de polvazotelefonico, no significa que ellos puedan interesarse. En esta ciudad se han celebrado tantos miles de intercambios de parejas…

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