Me gustan los maduritos

me gustan los maduros

Relato enviado por Carmen 19 años – Barcelona

Mi querido madurito: Me gustaría estar contigo. Tomarte entre mis brazos y acariciarte como ninguna lo ha hecho. Me gusta tu cuerpo un poco trabajado y gastado ya, al que le cuesta disimular sus primeras arrugas y ponerse derecho a la primera voz de mando.

No sé si será porque la arruga es bella, tú tienes para mí un atractivo especial, sobre todo, cuando logro que se te estire la polla y desaparecen de ella toda esa clase de marcas que cuando la tienes encogida la afean tanto. Me encanta darte calor en las partes que más encogidas tienes y que con un poquito de esfuerzo vuelven a estar casi tan lozanas como cuando tenías veinte años, consiguiendo entrar en mis cavidades femeninas y así hacerme gozar infinitamente.

Yo sé que a ti, querido madurito mío, te gusta quedarte allí dentro mucho rato para que yo disfrute, pero no te dejo, porque tú debes visitar otros agujeros de mi cuerpo para ver como intento desbordarte y comprobar que tú aguantas mis envites como un macho juvenil.

Tu arruga es bella y desaparece poco a poco a base de lametones míos, esos lametones que como buen madurito también sabes tú darme, pues en tal cuestión no eres de ninguna manera talludito. Estás joven y fortachón. ¡Qué pedazo de lengua tienes y qué bien sabes pasármela por todas mis entretelas!. ¡Qué dichosa soy contigo y qué satisfecha me encuentro!

Te quiero, talludito. Y te quiero por eso, por madurito, pues a estas edades, los hombres os volvéis mucho más cariñosos, mucho más románticos y os empleáis bastante más a fondo para hacer gozar a las mujeres que nos echamos en vuestros experimentados brazos.

Anda ven, ven que te necesito, ven a gozar de mis encantos que te los mereces más que nadie y eres tú a quien más que nadie quiero dárselos.

Y además te quiero por tu generosidad. Los hombres de tus años, en general, sois espléndidos y lo mismo que nada no negáis en la cama a la mujer que tenéis en ella, tampoco nada nos negáis de vuestra abultada cartera. ¡Qué alegría!  Sin embargo eso, aunque importante, tampoco es definitivo. A mí personalmente, me entusiasma sentir que me follas como si tuvieras veinte años.

Tu gran experiencia en la follada suple cualquier clase de fuerza y mis orgasmos haces tú que sean más prolongados, porque también más prolongadas son tus corridas.

Desfalleces en mis brazos después de una eyaculación potente y entonces me recuerdas a un niño necesitado de protección. ¡Qué ternura experimento y cuán cachonda me vuelvo a poner con ello!

Sabes, querido, me he afeitado el coñito para que tú me lo puedas morder y para que ni un sólo pelo de mi pubis te estorbe al hacerlo.

¡Si vieras qué hermoso me queda así de rapadito! Brilla como un espejo y esa vulva que le sobresale parece mismamente un volcán que fuese a explotar.

¡Ah! ¿Y sabes una cosa?

Me gustas, sobre todo, cuando me pides que me masturbe con el aparatito que me has traído. Discutimos siempre, pues yo prefiero que me masturbes tú. Nadie, absolutamente nadie, me ha hecho las pajas como tú. Eres un artista en ello y ahí, te lo juro, sí que tu madurez es una gran ventaja.

Ahora, mientras escribo todo esto, me estoy poniendo el tal aparatito en mis partes recién afeitadas para ti. ¡Si vieras qué gustazo siento! Pero te echo mucho de menos.

Seguiré utilizando este chisme hasta que tú vengas. No quiero salir con nadie ni con nadie hacer el amor. Sólo tú me haces temblar de emoción y ponerme húmeda al punto.

Eres muy buena persona y me has hecho buena a mí. Tú sabes que eso es una de las muchas razones que me animan a estar contigo, a quererte y a desearte.

¡Sabes tanto del amor! ¡Sabes tanto del sexo! ¡Tu experiencia en estas lides es demasiada y eso a las mujeres nos enloquece!

¿Tengo razón o no para gritar a los cuatro vientos que me gustan los maduritos? ¡Pues claro que la tengo!

¿Y cuando te la chupo y comienza a ponérsete gorda poquito a poco? ¡Qué emoción! Que emoción ver cómo te corres abundantemente y cómo a continuación, tú me haces a mí lo mismo: Me lames, te comes, mejor dicho, a puros lametones, mi vulva que se abre a tu boca como una rosa se abre al sol mañanero.

Por todo cuanto te digo, querido madurito mío, digo y repito que me gustan los hombres de cierta edad, cuyos polvos se prolongan y se prolongan fabulosamente bien y que se corren cuando ellos lo quieren y lo desean, que ninguno sufre de eyaculación precoz y que casi sin proponérselo, te convierten en una mujer multiorgásmica como tú, amor mío, lo has hecho conmigo.

 

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