Cómete esta banana, cariño

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Relato enviado por Pedro (Barcelona)

El sexo vive y se alimenta con el morbo. Por eso nos atraen las hembras que aún no nos hemos tirado, por eso los culos más tentadores son aquellos que aún no hemos penetrado con el nabo…

Pero follar, sacarle partido a una chica, gozarla a tope, es algo que requiere fantasía, precisamente: ser capaz de verla de nuevo, de despertar en ella y en nosotros el morbo necesario.

Ese es el secreto de Pedro y Pili, nuestra pareja. La chica está muy buena, por supuesto, pero su principal encanto reside en que es muy puta, muy morbosa, muy viciosa y amante del placer sexual. Pili, que conoce la imaginación masculina, se viste o desnuda a su capricho, dando siempre una imagen distinta.

A veces, es una tímida joven de medias blancas que está en plan mimoso. Entonces, Pedro no resiste la tentación de darle un cariñoso azote en el estupendo trasero y sentarla en sus rodillas… En otras ocasiones, se pone botas de altísimos tacones, medias negras caladas, ligueros rojos y sus macizos muslos se mueven sensualmente. Entonces todo en ella es provocación, balanceo de vientre, caderas y culo.

Su carita expresa calentura, excitación, como si estuviese pidiendo que la tumben y se la tiren, que la follen posesivamente, como a la puta más viciosa. Pedro cede a esta tentación. La magrea, la soba, le mete mano donde sea y la agarra del pelo mientras le dice: «Cómete esta banana, cariño…».

Pero no penséis que estas dos máscaras agotan las fantasías de Pili. Nada de eso… Hoy, por ejemplo, Pedro se ha levantado y se ha vestido con la intención de salir a tomar algo con unos amigos.

Es domingo y él ya ha advertido a Pili que no estará en casa durante toda la mañana. Una hembra común y normal lo hubiese aceptado o bien hubiese montado su numerito. Pero Pili es hábil, Pili sabe un rato de hombres y sobre todo de Pedro.

Por eso, desnuda, en pelota viva, sólo con una camisa y sin nada debajo, se ha levantado antes y se ha duchado, se ha recogido el cabello y se ha puesto a preparar el desayuno en la cocina. Sabe lo que ocurrirá nada más oír los pasos de su amante.

Pedro entra en la cocina y lo primero que ve ante sus ojos es el suave y tentador culo de Pili.

Un culo delicioso, de nalgas firmes, unas piernas maravillosas de muslos modelados para ser acariciados… Y las caderas, levemente inclinadas, deliberadamente provocativas, procaces. Esas caderas que se mueven lenta, ceremoniosamente.

Entonces Pedro la rodea la cintura, desde atrás y le besa la nuca.

—Buenos días, querida —dice y una de sus manos se desliza abriendo la camisa y acariciando las dos tetas desnudas. Tan suaves las tetas, tan tersas. Tan erectos esos pezones. Le besa el cuello, mientras Pili suspira y mueve apenas su culo apretándolo contra el bulto del hombre.

Pedro no puede resistir la tentación de acariciar ese culo, de besarlo, de recorrerle la raja con la lengua, mientras Pili gime y empieza a hacer rotar las caderas.

Cuando ella le brinda su boca y se estrecha contra el calor del hombre, Pedro puede notar la turgencia de las tetas contra su pecho, la suave y firme presencia del vientre y la caricia del pubis. Siente que su verga desea meterse en ese coño, enchufarse en esa vagina hasta las bolas y follar… follar…

—Ahh, querido… ¡qué bueno ese beso! Repítelo… por favor…

De nuevo las lenguas se encuentran. Las manos de Pedro, más ansiosas, más ávidas, más hambrientas, recorren todo el espléndido cuerpo que Pili mueve y restriega contra él.

Y cuando los besos se hacen más voluptuosos, ella, la muy puta, acariciando con los dedos la nuca del macho, haciendo descender la otra mano para recorrer el carajo desde las bolas a la punta, susurra:

— ¿No tenías que salir, querido?

¡Pero qué salir ni salir!… Pedro cierra los ojos mientras la mano de Pili se mueve arriba y abajo.

— Te la meteré toda —dice él sobándole las tetas, magreándola con codicia —. Estás buenísima y te follaré como nunca en tu vida te han jodido… Te meteré este nabo en la boca, hasta que te tragues toda la leche…

Pili sonríe, sigue acariciando la verga.

—Y luego te la encajaré en este culo precioso —prosigue Pedro.

—¿Sí, vida mía?… ¿Pero no tenías que salir? —pregunta ella, haciéndose la ingenua, sin dejar de valorar la tiesa estaca que su coño anhela tener ensartada hasta el empeine.

—¿Salir?… ¡Que le den por culo!

—Pero, ¿no te espera Paco y José para ver ese partido de fútbol?

—¿Paco… José…? Que se la meneen esos gilipollas… ¡A ver!…

Sí, exactamente, ¡a ver!… ¿O vosotros dejaríais a Pili en este estado, ya preparada para todo y consultando la hora, diríais: joder, ¡que se me ha hecho tarde!

¿Verdad que no seríais tan descorteses con una dama como ella?

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